Cultura

1980: el año en el que se pudo perder la democracia

Durante ese año, en España se cometieron un total de 395 atentados que dejaron más de 132 víctimas mortales y 100 heridos, y además hubo 20 secuestros

22 noviembre, 2020 05:00

1980 es uno de los años más oscuros de la historia reciente de España. Durante esos doce meses, se vivió en el país el más alto nivel de violencia desde la década de los sesenta, con la diferencia nada despreciable de que entonces gobernaba la férrea dictadura franquista. El año que inauguró la década más oscura de ETA, se cometieron un total de 395 atentados que dejaron más de 132 víctimas mortales y 100 heridos, y además hubo 20 secuestros. El Estado nunca había vivido tanta violencia política a la vez y, además, de tantas bandas diferentes. Fue el año más sangriento a excepción del 2004, momento en el que se perpetraron los atentados en Atocha el 11M.  

El historiador Gaizka Fernández de Soldevilla y la doctora en Comunicación María Jiménez Ramos son los coordinadores del libro '1980. El terrorismo contra la transición', que recoge los hechos que llevaron a sumir al país en “una crisis generalizada que la llevó al borde del abismo”, tal y como explica su contraportada.  

“Fue el momento más oscuro y sangriento y provocó el nivel de mayor inestabilidad política de nuestra historia reciente. Toda esa tensión y violencia desembocó en 1981 en el golpe de estado del 23F. No es casualidad que haya tanta violencia y al año siguiente haya un golpe de estado. Fue un momento crítico en el que la democracia pendió de un hilo. Pero sobrevivió, y eso la hace tan valiosa frente a lo que se está tratando de hacer hoy que es deslegitimar la democracia”, explica Fernández de Soldevilla.  

Portada del libro 1980, el terrorismo contra la transición

Portada del libro 1980, el terrorismo contra la transición

Durante 1980, en España actúan muchas bandas terroristas a la vez. La extrema izquierda, concretamente los Grapo, comienza a debilitarse gracias a la policía y a la guardia civil, pero aún así comete seis asesinatos. La extrema derecha también mantiene su violencia y bajo siglas como la Triple A o el Batallón Vasco Español, dejan 28 víctimas mortales. Entre ellas destaca el nombre de Yolanda González, estudiante asesinada en Madrid por un comando de Fuerza Nueva.  

Además, a este terrorismo “doméstico” hay que sumarle la violencia internacional que actuaba en España. Durante ese año, grupos de Oriente Medio prepararon atentados en el país; el ejército secreto armenio colocó bombas en Madrid e incluso hubo acciones violentas por parte de grupos palestinos.  

Sin embargo, tal y como demuestran los datos, el terrorismo más mortífero de esos meses llevaba la firma de ETA. La banda dejó un total de 95 víctimas mortales, 73 heridos y 17 secuestros. Esto supone las tres cuartas partes de todo lo que sufrió España esos doce meses. “Fue el año en el que hubo más atentados que días. Era un nivel de violencia insoportable. Se convirtió en rutina y era algo que el país no podía soportar indefinidamente”, comenta Fernández de Soldevilla.  

El militar Jesús María Velasco fue asesinato  por ETA militar en Vitoria

El militar Jesús María Velasco fue asesinato por ETA militar en Vitoria

 

Enemigos acérrimos 

El Estado de derecho pasaba en aquellos momentos por un momento complicado. “Estábamos en plena transición, el Gobierno estaba muy cuestionado, UCD estaba débil, Adolfo Suarez también y, por tanto, no es capaz de defenderse de la ofensiva terrorista”, añade el historiador.  

El otro foco hay que ponerlo en la situación que atravesaba la propia banda: “ETA no era una, en ese momento eran tres y había una total rivalidad entre ellos. Eran enemigos acérrimos y no colaboraban”. Estaba ETA militar, ETA político miliar y los comandos autónomos anticapitalistas. Las tres competían por recursos, por atención, por su entorno, por armas y también por los votos. 

La mayor parte de los asesinatos cometidos son a manos de ETA militar, la escisión de la banda que llegó hasta 2018 y que era la más “efectiva”. Tenía un brazo político que era Herri Batasuna, un periódico propio que era Egin, un sindicato, un entorno social, armamento, dinero, comandos bien preparados y, por tanto, capacidad de llevar a cabo un nivel de violencia muy superior a cualquier otra organización. Lo único que se encontraba ETA al otro lado era una policía y una guardia civil debilitadas que no estaban capacitadas en aquel momento para hacer frente a semejante amenaza.  

“La crudeza de los atentados de 1980 refleja una fortaleza a nivel de recursos pero también en la capacidad de reclutar comandos. Podían financiarse por distintos medios, ya fueran atracos, extorsiones etc. Refleja un poderío que la organización no había tenido nunca”, apunta María Jiménez.  

Durante 1980, las tres escisiones de ETA se conviertieron en enemigas

Durante 1980, las tres escisiones de ETA se conviertieron en enemigas

Cobardía o miedo 

Durante los años 1976 y 1982, se realizaron diversas encuestas a la población que revelaron cuales eran las mayores preocupaciones sociales en aquellos años. El paro siempre ocupaba la primera posición, pero le seguía muy de cerca la violencia terrorista. El país vivía constantemente con el dolor. Sin embargo, su reacción ante los atentados era diferente según el origen del que viniera.  

Gaizka Fernández de Soldevilla explica que después de un atentado de extrema derecha, por ejemplo, había bastantes protestas sociales, pero en cambio, cuando se trataba de ETA, apenas había. “ La sociedad solo respondía con cierta unanimidad cuando había atentados de un signo político. Cuando había una víctima de ETA, había funerales privados, sin presencia social ni institucional. La sociedad no actuaba, ya fuera por cobardía o por miedo”.  

En cuanto al tratamiento en la prensa, también hay diferencias muy claras. “Un medio como Egin, integrado en el terrorismo, daba un tratamiento totalmente complaciente y justificador, mientras que otros como ABC, trataban de ser combativos”, explica Jiménez.  

Sin embargo, en todos los medios, incluso en aquellos que se habían postulado contrariamente a la violencia, ocurría algo y es que las noticias se amontonaban. Durante este año hubo 395 atentados, lo que suponía más de uno al día. Había tal acumulación de muertos y de atentados, que uno se superponía con el siguiente.  “El tratamiento que se le daba a las víctimas era breve, se pasaba por encima de sus historias porque no daba tiempo a investigar. Eso cambia mucho cuando llegan los asesinatos de Gregorio Ordoñez o Miguel Ángel Blanco. Ahí se cambia el foco hacia la víctima y no hacia los perpetradores”, comenta la doctora.  

Entierro de Ángel Postigo Mejísas, policía nacional asisinado por ETA en Pamplona

Entierro de Ángel Postigo Mejísas, policía nacional asisinado por ETA en Pamplona

El estallido  

Todo ese clima de violencia que España soporta durante 1980 estalla a principios de 1981. El 29 de enero de 1981, Adolfo Suarez anuncia su dimisión y dice literalmente: “Yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea una vez más un paréntesis en la historia de España”. El propio presidente admite en ese momento que tiene temor porque la democracia esté a punto de naufragar.  

Ese mismo día, ETA secuestra al ingeniero José María Ryan y, tras dar un tiempo imposible al Gobierno para que cumpla una serie de condiciones, finalmente lo mata como haría años más tarde con Miguel Ángel Blanco. El 13 de febrero, el preso etarra Joseba Arregi fallece a consecuencia de las torturas que había recibido. Ambos hechos levantan continuas movilizaciones en Euskadi y unas tensiones internas dentro de la banda muy duras. Incluso los propios ciudadanos llegan a enfrentarse entre ellos.  

Una semana después de la muerte de Arregi, ETA político militar secuestra a los cónsules de Austria, Uruguay y El Salvador con la intención de presionar al Gobierno. Sin embargo, estos planes se ven distorsionados el 23 de febrero. Ese día el teniente coronel Tejero y sus hombres irrumpen en el Congreso con la intención de dar un golpe de Estado. Ese fue el momento en el que todo saltó por los aires y la democracia vivió sus horas más críticas.  

“Todo ese nivel de inestabilidad fue aprovechado por los dos enemigos del Estado que en ese momento eran el golpismo y el terrorismo, que además estaban interconectados. Que todo esto ocurriera así no fue casualidad, el terrorismo anima al golpismo. Que la democracia sobreviviera a todo esto es lo que la convierte en algo tan valioso. Debemos ver la Transición como una historia de éxito a pesar de la violencia que, sin duda, es algo que no hay que ocultar y que hay que contar con rigor”, concluye Fernández de Soldevilla.  

Tejero irrumpe en el Congreso el 23 de febrero de 1981

Tejero irrumpe en el Congreso el 23 de febrero de 1981