Economía

El año en el que se frenó la recuperación

2021 iba a ser el del repunte económico tras el parón del Covid, pero se ha quedado en un año de tránsito, golpeado por las nuevas olas de contagios, la crisis de suministros y la subida de la luz y el IPC

31 diciembre, 2021 05:00

Cuando el virus del Covid azotó el mundo en 2020 lo cambió todo, mucho más allá de salud de millones de personas. Cambió nuestra forma de relacionarnos, de consumir, de gastar, dio al traste con todas las previsiones económicas y demostró que las estimaciones sobre crecimientos de producto interior bruto de un país pueden convertirse en papel mojado de un día para otro por la acción caprichosa de un ser microscópico que nos ha cambiado la vida a todos. 

Después de la debacle de 2020, 2021 iba a ser el año de la recuperación. Nadie contaba con que a las puertas de 2022 seguiríamos hablando de pacientes en las UCI a causa del Covid, de cierres de la hostelería, de cancelaciones de viajes y de fiestas...El año de la recuperación se quedó en un año de tránsito, en el que la palabra "incertidumbre" sigue presidiendo cualquier previsión económica.

No hay más que ver cómo los diferentes organismos, y también el Gobierno vasco, han tenido que ir ajustando a la baja todas las previsiones que se habían marcado.

El Ejecutivo partió de unas muy optimistas estimaciones de crecimiento del PIB para 2021 del 8,9%, que a lo largo del año la realidad le ha obligado a revisar a la baja varias veces, hasta la última del 5,6% de este mes de diciembre

Es cierto que se parte de un 2020 en el que el parón del confinamiento provocó una caída sin precedentes en el PIB de todo el mundo, nunca conocido en tiempos de paz, y también en los indicadores vascos.

La economía vasca cayó en 2020 un 9,5%, un desplome no comparable con el de otras crisis como la financiera de  2009, cuando el PIB se contrajo un 4,1%, o de la recesión de  2012 y 2013, cuando rondó la caída un el 2% en cada uno de esos años. 

Por lo tanto, no puede negarse que la economía, y también las empresas, han recuperado mucho de lo perdido en el 2020, aunque alrededor de la crisis sanitaria hayan surgido muchos otros elementos que han impedido el repunte económico en el nivel en el que se esperaba, y que han afectado con fuerza a Euskadi por estar basada su economía fundamentalmente en el tirón de la industria.

Crisis de suministros 

De entrada, los "cuellos de botella" que se han producido en la cadena de suministros de muchas empresas, y que han obligado incluso a parar la producción en alguna de ellas. 

El caso más conocido es el de Mercedes, que ha tenido que realizar varias paradas de la fabricación vehículos con un efecto dominó inmediato en todas sus empresas proveedoras con el  arrastre al conjunto de la economía.

Precios de las materias primas y electricidad

Los altos precios de las materias primas necesarios para muchas de  nuestras empresas, industriales y de construcción, que han puesto en riesgo su propia viabilidad por no poder hacer frente a los costes.

El coste de la electricidad desbocado, que afecta a todos los consumidores, pero que en las empresas grandes consumidoras, cuyo peso en sus gastos es hasta del 50%, ha llevado a muchas de ellas a situaciones límite con paradas planificadas por no poder asumir estos gastos: es el caso de Sidenor o de Arcelor Mittal Sestao, por ejemplo.

IPC desbocado

A esta situación se ha unido un IPC desbocado, con los niveles más altos desde hace 30 años, con un aumento del  6,7% en este último dato de diciembre, que al margen del reflejo inmediato lógico sobre la cesta de la compra, está por ver qué consecuencias tendrá sobre la economía en general.

En ello tendrá mucho que ver el traslado que se  haga de esa subida de los precios a los salarios. Los empresarios ya advierten de que subidas de los costes salariales unidas al IPC podrán en riesgo la viabilidad de muchas empresas, pero si no se produce esa traslación del incremento de los precios los trabajadores perderán poder adquisitivo y eso tendrá consecuencias inmediatas sobre el consumo, y por lo tanto ralentizará la economía el año que viene.

El empleo resiste gracias a los ERTE

Pese a las dificultades, el mercado de trabajo ha respondido mucho mejor que en otras crisis económicas y se han perdido menos empleo de lo que podría preverse en una época de parón económico.

La figura de los ERTE específicos para la crisis del Covid ha paliado el golpe en sectores muy castigados por la pandemia, como la hostelería. 

Además, a lo largo de este 2021  se ha ido recuperando lo perdido. En el mes de septiembre se había recuperado ya el 82 % del empleo destruido en la crisis provocada por la pandemia.

Aún así, en el mes de noviembre había 117.779 desempleados inscritos en las oficinas de Lanbide -el mes de diciembre aún no se ha cerrado-. Esta cifra supone 14.657 parados menos que en noviembre de 2020, pero supera en si bien aún supera en 540 la cifra de desempleados que había en febrero del pasado año, último mes antes de que comenzara la crisis sanitaria.

La esperanza, en 2022

Todas las esperanzas que hace un año estaban puestas en 2021, miran ahora hacia 2022 como el año en el que se podrá dejar atrás la crisis de la pandemia.

Los expertos apuntan a que las incertidumbres sobre los cuellos de botella, la crisis de los suministros y el crecimiento del IPC tienen como fecha de caducidad el primer trimestre del nuevo año. A partir de ahí todo será mejorar.

Por eso, por ejemplo el Gobierno vasco confía en un crecimiento del del PIB vasco del 6,7% y una tasa de paro de nuevo por debajo del 10%, en el a evolución favorable del empleo tendrá su reflejo en la tasa de paro, que se situará en el 10%, en el  9,2% el próximo. Todo ello, claro está, si el coronavirus quiere.