Hay quienes dicen que soy muy pasional, que no siempre gestiono debidamente mis sentimientos y que los muestro con una facilidad y una rapidez inusitadas. Hace unos meses, hablando con dos representantes políticos, uno de ámbito nacional y otro de ámbito autonómico, volví a dar la razón a quienes hacen tales afirmaciones sobre mí. Me calenté.

Fue un encuentro casual. Llevábamos tiempo sin vernos. Como no había bares en los que tomar un café, nos quedamos en la calle charlando, yendo y viniendo por los diferentes temas que marcaban entonces la actualidad: los últimos datos de contagios, la enésima comunicación institucional contradictoria, los fondos europeos #NextGenerationEU, las posibles causas de la baja participación en Catalunya, las fallidas mociones de censura y la convocatoria electoral en Madrid, el hastío mental del conjunto de la población,…

En un momento determinado se me escapó decirles que su vida no había cambiado tanto como la de las personas que viven del ámbito privado. “Hombre Óscar, joder, ¡nuestra vida ha cambiado como la de todo el mundo!” – me espetó rápidamente uno de ellos.

“Veamos, chicos – proseguí yo –, os voy a hacer solo una pregunta para comprobar esta afirmación tan rotunda. ¿Sentís que vuestro sustento económico está en peligro a corto plazo o lo habéis sentido en algún momento desde que estalló la pandemia?

 

Y por norma, quienes forman la Administración, tras haber superado duros procesos de selección, no gozan por sistema de las mejores condiciones salariales que existen en el mercado laboral

 

Por economía procesal y, por qué no decirlo, también por pereza, no voy a reproducir las respuestas. Pero me temo que quien esté leyendo este artículo no necesita muchas explicaciones, puesto que lo esencial ya lo sabemos. Tampoco voy a reproducir mis contrarrespuestas.

Quienes nos representan y quienes nos gobiernan en su sentido más amplio, lo habrán pasado mejor o peor en estos meses; habrán bebido más o menos vino durante el confinamiento; habrán leído más o menos libros; o se habrán enganchado a más o menos series. Pero es indudable que no han visto en peligro su sustento económico. Y si las personas que se dedican a la política no han visto en riesgo su salario, cabría decir lo mismo (o un poco más) con relación a quienes forman parte de la Administración en su sentido más amplio.

Por norma, los cargos públicos no son una casta privilegiada. Y por norma, quienes forman la Administración, tras haber superado duros procesos de selección (otra cosa diferente es que estos estén bien enfocados), no gozan por sistema de las mejores condiciones salariales que existen en el mercado laboral.

Pero generalizando, cualquier cargo público, goza, como mínimo, de cuatro años de futuro cierto por delante. Y generalizando nuevamente, cualquier persona funcionaria, dispone de toda una vida laboral cierta por delante. Ambos colectivos disponen de un bien escaso en estos tiempos tan turbulentos e inciertos: estabilidad.

 

Contando con los comercios y los establecimientos hosteleros, han echado la persiana más de 200.000 pymes en España desde marzo del año pasado

 

Esta es una diferencia de calado con relación a la que vive el resto de la ciudadanía. Contando con los comercios y los establecimientos hosteleros, han echado la persiana más de 200.000 pymes en España desde marzo del año pasado. Unas 700.000 personas aún están en ERTE y su futuro es incierto. O quienes tenemos la suerte de estar trabajando, nos movemos a diario en arenas movedizas.

Scharmer y Käufer creen que la existente entre el liderazgo institucional y las personas, es una de las desconexiones sistémicas que dan lugar a unos resultados que nadie dice desear. “En nuestros complejos sistemas – afirman – quienes toman las decisiones afectan a grandes colectivos de personas, pero no ven, sienten, ni son conscientes de las consecuencias de sus actos. No hay aprendizaje. Por consiguiente, las instituciones tienden a cambiar demasiado poco y demasiado tarde”.

Ambos investigadores – con reconocido prestigio en una institución nada sospechosa de coquetear con los movimientos populistas, como el Massachusetts Institute of Technology –  dan cuenta en Liderar desde el futuro emergente, que la descrita es solo una de las desconexiones sistémicas que, de no subsanarse de raíz, seguirán provocando en las próximas décadas catástrofes (sanitarias, ecológicas, económicas, humanitarias,…) similares a la vivida en el último año.

Nuestro consejero de Economía y Hacienda, Pedro Azpiazu, anunció el lunes que la recuperación económica es irreversible. Pero, ¿realmente queremos una recuperación que nos lleve a profundizar en las desconexiones sistémicas que ya existían antes de la pandemia?

Quietos hasta ver, que igual no es nada.