Hace muchos años que dejé de ser becaria. Tuve suerte porque solo ostenté ese cargo durante tres meses. Corría el año 1988, yo estudiaba periodismo en la Universidad del País Vasco y en el tercer año de carrera opté a una de las becas que la desaparecida Radio Cadena Española ofrecía a los y las estudiantes. Finalizado el periodo veraniego, enganchada para siempre a la radio y con la única posibilidad de sentarme de nuevo en la mesa estudiantil del aula universitaria, me planté en el despacho del director de la emisora para pedirle que me prolongara el periodo de prácticas. Debí de parecerle de lo más atrevida pero lo cierto es que salí de ese despacho con un contrato de tres meses y con sueldo. 

Cuando recuerdo esa situación y se la cuento a jóvenes estudiantes que van de empresa en empresa cubriendo periodos de prácticas, sin remuneración y con muy pocas posibilidades de pasar a ser capital humano de ese centro laboral me dicen que eso es imposible a día de hoy, que dar el salto de unas prácticas como becario a personal laboral es como un sueño y que su opción más factible es la de obtener unas “prácticas no remuneradas”. 

 

UGT estima en 300.000 los puestos de trabajo que las empresas se ahorran a cambio de la colaboración de los becarios

 

Sorprende la definición de beca que da la Real Academia de la Lengua Española. Dice que es una subvención para realizar investigaciones o estudios. Y una subvención es una ayuda económica que se da a una persona o institución para que realice una actividad de interés general. Total, que lo de “becario/a” es una trampa. Eres quien ostenta una beca pero no recibes su contraprestación económica. 

Hoy hay miles de jóvenes trabajando, sí, trabajando como becarios/as. El sindicato UGT estima en 300.000 los puestos de trabajo que las empresas se ahorran a cambio de la colaboración de los becarios. Realizan en la mayoría de los casos el mismo trabajo que el personal de plantilla de la empresa, aportan nuevas ideas, enriquecen los grupos humanos, ponen al servicio de quien les ofrece las prácticas incluso su material tecnológico, móvil, ordenador, etc, pero no cobran a fin de mes. En los casos más dramáticos incluso pagan. Es desolador darse una vuelta por los portales de empleo y ver las condiciones miserables y usureras que se ofrecen a quienes buscan un hueco en el mercado laboral para adquirir una experiencia que suele salirles cara. Miserias por hora trabajada, o nada, periodos de prácticas que cubren vacaciones de titulares del puesto, alto nivel de exigencia y el sueño de encontrar un lugar donde desarrollarte profesionalmente como único aliciente. 

 

La precaria situación de los y las becarias es una lacra que asola a la juventud y que, además, puede tener importantes consecuencias futuras

 

El estatuto del becario, que comenzó a desarrollar el Servicio Público de Empleo antes de la pandemia, se retoma ahora con la intención de que la mesa de diálogo social acoja su creación. La precaria situación de los y las becarias es una lacra que asola a la juventud y que, además, puede tener importantes consecuencias futuras. Es fundamental la creación de un catálogo de derechos que sirva de marco regulador para aquellas personas que estén trabajando a través de un convenio de colaboración. De lo contrario, el mal uso de fórmulas laborales, en muchas ocasiones fraudulentas, seguirá campando a sus anchas. Que levante la mano quien no conozca a alguien que bajo el epígrafe de becario/a está ocupando un puesto de trabajo estructural. Es decir, que realiza las funciones de una persona empleada pero en situación de becario y en muchas ocasiones sin recibir remuneración. 

 

Ojalá empecemos a hablar muy pronto de “contratos formativos”, sobre todo si son de duración limitada

 

La necesidad de regular la situación de quien ejerce de becario ha llegado también al Parlamento Europeo. Varias asociaciones piden la prohibición de las prácticas no remuneradas y que se den unas condiciones mínimas en cuanto a ayudas, duración y contenido. Es indispensable que se aborde también la compensación de gastos, los derechos en el ámbito de la Seguridad Social y eliminar las fórmulas detrás de las que se esconden falsos becarios/as. 

Ojalá empecemos a hablar muy pronto de “contratos formativos”, sobre todo si son de duración limitada. Contribuirá esto a que los y las jóvenes puedan arrancar su proyecto de vida sin pensar por cuántas empresas más tendrán que pasar antes de ser consideradas profesionales y ser contratadas como tales. La emancipación, la natalidad, el generar nuevas unidades de convivencia y, en definitiva, parte de la felicidad de estas personas depende de eso. El avance social, también.