A medida que Montoro fue sumando las facturas no contabilizadas, y a medida que los esqueletos bancarios salieron del armario, el eficaz equipo de altos funcionarios del Estado (lo que los paganos llamamos Gobierno Rajoy) empezó a sentir serios temblores. Su soñado déficit del 4% era un 11% real. Por supuesto, los superfuncionarios, con Rajoy a la cabeza, no consideraron dar una sola explicación al pueblo trabajador, ignorante por naturaleza. No exigieron en los tribunales ninguna responsabilidad entre la nómina de altos funcionarios, políticos o no, responsables de tan brillante gestión y contabilización.

Montoro tuvo un “volver a empezar”: ajustar el Presupuesto, subir el IVA, reducir prestaciones, solicitar crédito, volver a implantar una ley de Estabilidad presupuestaria. El problema es que el agujero era mayestático, un 11% del PIB significaba que el 20% del Presupuesto de las administraciones se financiaba con deuda.

Montoro afrontó el saneamiento en tres etapas. Primero, a los ayuntamientos cuyo déficit era más sencillo, al tener menos competencias. Con que dejasen de hacer de 'miniestaditos' valía. El siguiente objetivo eran las Comunidades Autónomas. Más difícil, pues sus competencias eran Salud y Dependencia (con una ley de Zapatero reconociendo derechos, pero sin un duro para satisfacerlos). Hubo ajustes, o miniajustes, pero el objetivo del déficit cero se fue prorrogando hasta 2019, siete años. Y finalmente, la Administración General del Estado, que tenía como sapo principal el déficit de las pensiones de la Seguridad Social. Objetivo cero en el 2020.

En ocho años no logramos salir de la crisis del 2011, ahora no vamos a poder esperar al 2040

Nuestra deuda pasó con la llegada de Zapatero de un 46,3 % al 98,8% de despedida y cierre de Rajoy. El “austericidio” de Rajoy, generando el 29% del PIB en deuda, fue rápidamente superado por el primer Gobierno en minoría de Sánchez: subida general de sueldos, pensiones y dádivas diversas, incumplimiento reiterado de objetivo de déficits. Sin pandemia. Hoy nadie sabe qué cuota alcanzaremos.

En 2020 nuestro déficit no bajará del 12%, que viene a ser como el 25% del Presupuesto de las administraciones. Se empieza a vislumbrar un 2021 oscuro. Todo el mundo está encantado con que las administraciones gasten, nadie explica cómo vamos a pagarlo. No hay el más mínimo plan de hacer recortes, ajustar gastos o limpiar el presupuesto de superfluos. Ni palabra. No han reclasificado un euro.

Toda la verborrea económica se fija en tres puntos: la necesidad de políticas “keynesianas”; la transformación de la economía con los fondos europeos; la armonización fiscal, con subida de impuestos. Es necesario que las administraciones ayuden a los contribuyentes, el huevo y la gallina. Pero más allá de las ayudas en los ERTE, no existen más que aplazamientos y prestamos para los empresarios. Sería conveniente reconducir recursos públicos mal empleados para mantener el tejido empresarial con ayudas directas. Y pensadas, no ayudas que incrementen el consumo y creen empleo en China, que ahora no hay fronteras como con Keynes. Suponer que, si se consiguen los 140.000 millones, la mitad vía préstamos, van a cambiar la composición de la economía en esos cuatro años, es mucho suponer para una economía que debiera generar unos 5 billones de euros en ese periodo.

Podemos subir el cupo 500 o 1.000 millones, podemos obligar a Madrid, pero eso no hará que sucesiones y patrimonio recaude mucho más de los 3.500 millones que recauda

Finalmente, es un insulto a la inteligencia suponer que “armonizando” el Cupo o “armonizando” a Madrid, obligándole a recaudar Sucesiones y Patrimonio, vamos a arreglar los agujeros de déficit o deuda. Podemos subir el cupo 500 o 1.000 millones, podemos obligar a Madrid, pero eso no hará que Sucesiones y patrimonio recaude mucho más de los 3.500 millones que recauda. Montoro se ha jubilado, habrá que pensar en otra solución. Exprimir al contribuyente puede ser el gran error. En ocho años no logramos salir de la crisis del 2011, ahora no vamos a poder esperar al 2040.