Supimos entrar en el euro; austeridad y prioridad en el gasto, cumplimientos de los requisitos de Maastricht y España consiguió ir bien. La primera legislatura de Aznar fue una buena legislatura. Supuso un impulso reformador en todos los sectores y también en la Administración. Unas acciones que se vieron acompañadas por unos tipos de interés, bajos por el euro, y también desconocidos, que pusieron en marcha la recuperación económica y la creación de empleo. Empezó la alegría de vivir.

Una vez encarrilada España, Aznar se puso a encarrilar el mundo y ya se sabe...

Luego, Aznar, una vez encarrilada España, se puso a encarrilar el mundo y ya se sabe, el principio de Peter. Las reformas económicas se pararon. Apareció la carrera por la “sucesión” y todo condujo a la parálisis. Si España va bien, si crece económicamente como nunca, no tomemos decisiones ni nos hagamos enemigos, así no llegamos a presidente, pensaría más de uno.

“Pero Zavalita, ¿Cuándo se jodió el Perú?” España se jodió el 11 de marzo. Zapatero llegó y tampoco paró, ni reformó. España crecía, las arcas del Estado se llenaban, los ayuntamientos eran felices, la pasta corría. Dos por uno, decíamos. En aquella época, Aznar y Montoro eran unos rácanos, sosos y aburridos con su austeridad. Y con el presupuesto encorsetado, Zapatero descubrió la fórmula mágica, “había que acompañar al ciclo”. Cuando decreciésemos volveríamos a la austeridad, ahora a disfrutar. Olvidamos la ley de estabilidad presupuestaria, que pasó a otro mundo, los déficits se autorizaron, el presupuesto se expansionó. España iba muy bien, creciendo ladrillo a ladrillo, se convertía en la torre de Babel más grande de Europa.

Ladrillo a ladrillo, España se convertía en la torre de Babel más grande de Europa

Aquella bonita historia de la distribución de competencias y de su financiación, no era satisfactoria. Aparecían en el debate los nuevos Estatutos, con nuevas competencias, y con más financiaciones que eran necesarias. Esta inercia generó un nuevo marco en 2009. La Administración General del Estado asumió también competencias autonómicas, y aquel modelo, que se hizo a satisfacción del PSOE, CIU y ERC , sigue vigente hoy, aunque completamente caducado. En este tema no hay prisa constitucional, como el CGPJ. ¿Que son ocho años de retraso?

Las “deudas históricas” del Estado con las autonomías se pusieron de moda. El arancel catalán de Cambó o el monopolio de Sevilla con el comercio de América se convirtieron en casos claros de colonialismo castellano. Como los conserveros gallegos, que estuvieron siempre felices de comprar durante decenios la hojalata vizcaína a tres veces el precio de la inglesa. En ese nuevo modelo, la solidaridad del Concierto se concretó en la aportación del 6,24% de 1.003 millones, hoy, a los Fondos de Compensación Interterritorial.

El sector inmobiliario era una caldera que devoraba créditos como si fueran carbón

Y llegó el debate de Solbes y Pizarro y según los medios ganó Solbes. Y, después, Elena Salgado y, tras ella, la realidad. Desde la entrada al euro nadie había frenado la locomotora del sector inmobiliario. Su caldera devoraba toneladas de créditos como si fueran carbón, directamente al precipicio. Y el precipicio llegó.

No habíamos aprendido nada. Ni en la cabeza de nuestros padres, ni en las barbas del vecino. Y de nosotros, no hablamos.

El triste Montoro se encontró con que la contabilidad del Estado, de todas las Administraciones, no valía para nada. Tuvo que volver al "clavo", triste, pero real: “me trae usted las facturas que están sin pagar y yo se las contabilizo. Luego ya veré que crédito le doy para pagarlas; que a usted no le prestan un duro”. Ni la Intervención General del Estado, ni Hacienda, ni las consejerías de Hacienda, ni el Banco de España.

Nadie nos explicó como la entonces octava economía del mundo tenía las cuentas públicas peor que las cuentas de un tendero. Ni colgaban de un "clavo" las facturas que se debían. La Inspección de Hacienda no pasó por allí. Nadie dimitió , nadie fue juzgado. Si se arruinó, ya sabe, sea usted alto funcionario, para servir a usted y a España. Dos por uno, decíamos.