Se acercan las fechas, se acerca el desenlace.

Antes de enero se resolverá la ecuación de la salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea , una decisión positiva o negativa, para los europeos, incluidos los británicos. Una decisión expresada en un mundo que dejó de existir, y en una economía que cambió todos los factores desde entonces.

Pero a mí, el Brexit me evoca el pase foral. Dentro de nuestra mitología vasca, el “pase foral” era la decisión de las Juntas Generales que dejaba en suspenso las decisiones reales que fuesen contra el Fuero. “Se acata, pero no se cumple”.

El “pase foral” era una institución del Antiguo Régimen, otro mundo, que fue utilizada en escasas ocasiones y jamás como rebelión frente a la autoridad real.

La Gran Bretaña,  nunca se ha encontrado cómoda en la Unión, intentando mantener a lo largo del desarrollo de las instituciones europeas, una posición de compromiso reducido al marco comercial y económico. 

Pero ni un milímetro más, ni en la política monetaria, ni en el proceso de integración. Hasta obtuvo un cheque especial por su situación “singular”.

Con la crisis del 2008, el euro y la propia Unión dieron claros síntomas de debilidad, el proyecto europeo hacia aguas. El mundo fue consciente de la debilidad del proyecto y de la falta de una base sólida tributaria y presupuestaria.

En la crisis de 2008, los estados de la Unión, cual reinos de taifas, intentaron capear el temporal como Dios les dió a entender y según las posibilidades de sus bolsillos. La experiencia forzó la puesta en marcha de la unión bancaria

 

Estados Unidos, con un solo presupuesto y una sola política fiscal y monetaria, tomo decisiones en días, que permitieron un salida rápida y menos traumática de la crisis. Mientras los estados de la Unión, cual reinos de taifas (¿les suena?), intentaron capear el temporal como Dios les dió a entender y según las posibilidades de sus bolsillos. El apoyo de la Unión llego, tarde, mal, dolorosamente.

La experiencia forzó la puesta en marcha de la unión bancaria, y de otras medidas de refuerzo de la unión monetaria, los famosos compromisos de estabilidad presupuestaria y las reformas estructurales, ya saben ustedes, en ”roman paladino”; aunar fuerzas, poner reglas en común, y hacer depender la política económica de las taifas de las decisiones y del marco de la Unión.

Gran Bretaña, apelo a su “relación singular”. Temerosa de que el “poder real” bruselense sobrepasase su estatus de adhesión solicito “un pase foral”, para que las decisiones de la Unión que no le interesasen no se aplicasen en la Gran Bretaña.

 La Unión dijo no: si quieres estar en este mercado como miembro aceptas las condiciones que a todos afectan. Y Gran Bretaña fue al referéndum.

Las condiciones serán iguales para todos, esa es la conclusión. Bueno, quizás no tanto, no seamos ingenuos.

Nuestros antepasados fueron tan listos que consiguieron el huevo y conservaron el Fuero

 

Nuestra foralidad entró en crisis con la llegada de los Borbones, cuando estos comenzaron a hacer un mercado nacional en España con leyes económicas y tributos comunes. Los territorios vascos, pobres por naturaleza, permanecíamos más allá de las Aduanas de la Meseta, aunque la Corona nos dio acceso a los mercados americanos.

Pero pérdida América también lo fueron sus mercados. Reducidos a nuestras tierras, el gran ideal fue acceder al mercado nacional, suprimir Aduanas, explotar el mineral y participar del libre comercio que el Fuero prohibía y coartaba. Por eso fueron liberales las ciudades.

De ahí nació el desarrollo económico y social de nuestras tierras y de España. Y nuestros antepasados fueron tan listos que consiguieron el huevo y conservaron el Fuero, actualizado eso sí.

Ahora los británicos renuncian al proyecto europeo por miedo al compromiso, piensan en mercados no regulados, teóricamente libres. Siguen andando el camino que quizás acabo.  Veremos las consecuencias y quien tenía razón.