Cuando la ciberseguridad se limitaba a unos programas informáticos que protegían los ordenadores de los virus, en Bilbao surgió casi por casualidad una empresa que estuvo entre los cinco mayores fabricantes de antivirus del mundo y, de forma continuada, entre las 50 pymes europeas que más crecían. Me refiero a Panda Security, resultado del empecinamiento y el ingenio de uno de los emprendedores más exitosos y curiosamente desconocidos de Euskadi, Mikel Urizarbarrena.

Durante los años en que esta compañía innovaba sin parar ninguna autoridad pareció mostrar interés alguno en crear un clúster, hub o como se le quiera llamar de startups de ese sector. Muchos la contemplaban como una especie de "cosa rara", una isla en medio de un país de industrias de acero. Siempre me llamó la atención que muchas instituciones vascas compraran sus antivirus a otras marcas internacionales, pese a tener a Panda en casa. Es algo que, afortunadamente, nunca ha ocurrido con los trenes de CAF, aunque nos fastidie que los franceses protejan a su competidor Alstom hasta los límites de la legalidad.

El hardware, y el software y lo virtual siempre han sido muy incomprendidos por las autoridades y por gran parte de los habitantes del país


Somos un país de cosas que se tocan, de hardware, y el software y lo virtual siempre han sido muy incomprendidos por las autoridades y por gran parte de los habitantes del país. Por eso es llamativo que ahora la ciberseguridad, el campo en el que Panda fue uno de los líderes mundiales, haya recabado repentinamente tanto interés. Hasta el punto de crear dos centros públicos temáticos en paralelo, uno en Vitoria-Gasteiz por aquello de repartir, y otro en San Sebastián, probablemente por ese sentimiento victimista que tanto se ha cultivado en Gipuzkoa, muchas veces por intereses más comerciales que otra cosa.

Llevan ya un cierto tiempo funcionando con presupuestos relativamente importantes y todavía es difícil dilucidar cuál es o será su aportación a la economía y la sociedad vascas. Quizás sí contribuyan a que se hable un pelín más de ciberseguridad, algo que es positivo en sí mismo pero que no está claro si no habría sido más eficaz dejar que lo hiciera la iniciativa privada, con el correspondiente impulso público si así se estimara necesario.

¿Emprender? Hay que ser un poco raro para hacerlo

Sea como fuere, el BCSC y Ziur, los dos centros en cuestión, se suman a la larga lista de entidades con label que viven básicamente del erario público. Se crean constantemente nuevas y es difícil que se supriman las que ya existen, por ese miedo que existe entre los políticos a despedir o a causar algún daño que pueda calificarse como "poco social". Y un día, claro está, se van a dar un susto, porque el dinero no se va a poder estirar mucho más.

Esta política tiene, además, un efecto pernicioso. Tanta entidad pública está creando, por una parte, una nueva clase social de semi-funcionarios bien pagados cuyo principal objetivo es mantener contentos a los gobernantes que aprueban sus presupuestos anuales y sus contratos-programa. Hoy, como hace 30 años, en Euskadi la salida ideal para un licenciado es la oposición o la contratación por parte de una de estas entidades. ¿Emprender? Hay que ser un poco raro para hacerlo.

Las entidades públicas están haciendo muchas veces cosas que perfectamente podrían hacer empresas privadas. Están matando, por ello, el emprendimiento. 


Por otra parte, estas entidades están haciendo muchas veces cosas que perfectamente podrían hacer empresas privadas. Están matando, por ello, el emprendimiento. Sé que no lo hacen a propósito pero no pueden ser tan inocentes como para no darse cuenta de que las compañías necesitan facturar y que el dinero que se destina a, por ejemplo, los centros de ciberseguridad, podría haberse dirigido a estimular la creación de nuevas startups en ese ámbito. Sí, hay programas públicos para financiar emprendedores pero siempre podría haber más dinero