La gestión de las pensiones es la última de las transferencias que los Gobiernos central y vasco han pactado tratar en el calendario de la negociación. Según la agenda institucional acordada, está prevista para el otoño de este año y, así, llegaríamos a Navidad con el Estatuto cumplido por fin más de 40 años después de su aprobación.  

Viendo el laberinto en el que está inmerso el ministro Escrivá con la reforma de las pensiones, parece que las razones por las que esta competencia es la última de la lista son más que las de su complejidad o coste político. Crónica Vasca publicaba recientemente que el déficit de las pensiones vascas en 2020 fue de 4.180 millones de euros. Es decir, la aportación de los trabajadores en Euskadi al sistema de pensiones es de 5.400 millones, mientras que nuestros pensionistas requieren 9.600 millones de euros para cobrar su merecida jubilación.  

Según nos hacemos mayores se hace más evidente la dependencia del ´Estado opresor´ que nos paga la jubilación

 

Así que, al albur de los datos, parece que la “caja única de la Seguridad Social” es el mejor pegamento para sentirnos todos españoles por la cuenta que nos trae, especialmente en la dorada retirada de la vida laboral. Es cierto que la competencia que se plantea trasladar a Euskadi hace referencia a la “gestión” de las pensiones y no a crear nuestro propio sistema. En cualquier caso, se haría más que evidente la dependencia de un “Estado opresor” que nos paga la jubilación.  

Mientras tanto, el ruido que rodea a la reforma de las jubilaciones señala una única dirección: Hay que trabajar más tiempo, bien porque el sistema nos premia si lo hacemos, bien porque nos castiga si dejamos de ir a la oficina antes de los 65 años. Y, además de todo esto, no nacen niños y Euskadi presenta la tasa de natalidad más baja desde 1941 con un descenso del 5,1% el último año.  

Con este panorama, nos hemos ido como locos a contratar planes de jubilación privados. Habría que innovar la gestión del ahorro colectivo de las pensiones y aplicarle las recetas de lo que hacemos con nuestro dinero.

 

Con este panorama, nos hemos ido como locos a contratar planes de pensiones privados. Uno de cada tres vascos tiene ya un plan personal para su retiro. Y eso sin contar alternativas como las EPSV de empresa. El incremento en fondos de inversión, planes de pensiones y compra de vivienda que se ha vivido en los primeros cinco meses del año en Euskadi no tiene parangón y demuestra una total falta de confianza en el sistema público.  

Quizá habría que innovar la gestión del ahorro colectivo de las pensiones y aplicar lo que hacemos con nuestro dinero para rentabilizarlo. No parece mala receta la de tratar el dinero público como el propio. Así que destinarlo a inversiones como hacen otros países europeos o buscar otras alternativas de rentabilidad debería ponerse encima de la mesa. Si no, la sensación no es solo que el sistema de pensiones es insostenible, sino que dejamos a las generaciones futuras, además de la deuda, un sistema público de jubilación inexistente y, por lo tanto, más insolidario.  

La sensación no es solo que el sistema de pensiones es insostenible, sino que dejamos a las generaciones futuras un sistema público de jubilación inexistente y, por lo tanto, más insolidario.  

 

Todo sea que, a este paso, cuando llegue el turno de negociar la transferencia de la gestión de pensiones, solo queden por negociar las deficitarias jubilaciones de los ciudadanos que no hayan podido pagarse su plan, además de haber cotizado. Y tendríamos entonces un Gobierno vasco que pide a Madrid el dinero para exiguas pagas a esos dos de cada tres vascos que no tienen una cobertura privada para una vejez cada vez más larga. Igual antes que meterse en la transferencia de la competencia es necesario solucionar el fondo de cuestión. Vaya a ser que, como dice un gran gestor de seguros, "quietos hasta ver, que a lo mejor no es nada".