Estos días a cuenta de la crisis de la carne, estuché en algún lugar como alguien decía que si el éxito de una campaña de comunicación se mide en el impacto que esta genera en la sociedad, la campaña de Alberto Garzón había funcionado, a pesar de que en el tablero polarizado en el que nos movemos, para ganar adeptos por un lado haya que perderlos por otro.

Esta supuesta victoria de la acción de Alberto Garzón, que no campaña (una campaña es algo más complejo), se mide en el hecho de haber impactado en la agenda mediática y de haber ocupado el debate público durante tres días, porque tres días es lo que duran los debates que irrumpen de manera súbita en una sociedad que consume información casi sin capacidad de procesarla.

 

Los cargos públicos con responsabilidad política, deberían saber que las ideas, si son poco estratégicas, o no consideran en su desarrollo la visión de los trabajadores, empresas y territorios afectados y/o perjudicados, se suelen estropear, retrasar o inutilizar para siempre

 

Si hablamos de transformar comportamientos, hábitos y prácticas públicas y privadas, la cosa se complica y el impacto mediático no es suficiente, incluso puede ser contraproducente. Los asuntos de calado, y el del cambio climático sin duda que lo es, se cuecen a fuego lento (generan alianzas, acuerdos y consensos), incorporan los ingredientes en su momento (incorporan la visión de diferentes actores) y evitan que el guiso se queme (cuidando la aparición de adversarios que se opongan al cambio), para que no lo tengas que tirar a la basura y empezar de nuevo, con el desgaste que ello implica. La gestión de los asuntos públicos es una cosa compleja, y el camino de las transformaciones es largo.

Los cargos públicos con responsabilidad política, deberían saber que las ideas, si son poco estratégicas, o no consideran en su desarrollo la visión de los trabajadores, empresas y territorios afectados y/o perjudicados, se suelen estropear, retrasar o inutilizar para siempre. En el seno de la agrupación política de Alberto Garzón, Yolanda Díaz ha mostrado como el primer paso para conseguir el éxito de muchas iniciativas políticas es contar con los agentes implicados. Si se quieren evitar debates polarizados, que no permiten interiorizar uno de los grandes cambios del mundo como es el del cambio climático, será más efectivo diseñar estrategias que lanzar anuncios.

 

Si hablamos de transformar comportamientos, hábitos y prácticas públicas y privadas, la cosa se complica y el impacto mediático no es suficiente, incluso puede ser contraproducente

 

Podríamos decir que el “radicalismo” inicial sirve para poner el asunto en la agenda, tenemos ejemplos abundantes a lo largo de la historia: el feminismo fue visto como una idea radical desde su inicio. Y ahí sigue, más de 100 años después, intentado producir un cambio radical como es la transformación de los roles de género y conseguir la igualdad entre hombres y mujeres.

En la película ‘El Nombre de la Rosa’, al hablar Guiller de Baskerviille del comportamiento de algunos supuestos herejes que buscaban la justicia social decía que “no hay nada peor que un justo que tiene prisa”, Como es cierto que ahora tenemos prisa, con la urgencia que marca el cambio climático y previendo que el planeta no puede esperar, en el trasfondo de la acción de Alberto Garzón, más allá del video de seis minutos, debería estar la construcción de coaliciones y alianzas muy concretas con actores gubernamentales y no gubernamentales —empresas, asociaciones— para conseguir resultados en un camino que deben trazar juntos. En el cambio climático la victoria no puede ser pírrica, el éxito tiene que ser de todos.