“No tenemos celos de EH Bildu” ha dicho Andoni Ortuzar. Sólo he leído sus palabras, no las he oído, pero las imagino pronunciadas como se dicen esas cosas en las telenovelas sudamericanas. Esas confesiones contrariadas se pronuncian con desconsuelo,  a través de un profundo gimoteo, un sollozo melancólico que sirve para dejar claro al telespectador que quien las pronuncia se siente engañado, confundido. Negar el sentimiento de celos es la forma con la que en el lenguaje amoroso expresa su enojo el despechado.

Por su lado, el diputado de EH Bildu en el Congreso, Oskar Matute, ha dicho alegrarse de cada logro que arranca el PNV para los vascos, que es la forma condescendiente de aliviar el dolor ajeno, una especie de: te deseo lo mejor, te quiero mucho, adios.

Porque lo que se está dirimiendo en el Congreso de los Diputados, con platós adicionales en los parlamentos de Vitoria y Pamplona, es una novela de mucho peso, uno de aquellas obras sobre la infidelidad femenina que triunfaron a finales del XIX (Madame Bovary, Anna Karenina) en las que la esposa engañaba al marido en una suerte de paridad que parecía decir que donde las dan las toman.

No será porque el PNV no ha puesto todo de su parte para proteger esa relación particular que tenía con el PSOE, esa condición de socio preferente que tanto significa para ellos y que el sanchismo ensombrece con su innecesaria aproximación a Bildu. Sí, innecesaria por cuanto le sobraron votos en el Congreso, pero, además, impúdica, pues la de Bildu es una querencia con la que, pese al castigo que puede representar para PSOE, se encela con ella como un amante que arriesga su imagen y su posición por arrancar un beso, un voto; muchos besos, muchos votos.

El PNV sabe que los sucesivos acuerdos del PSOE con Bildu no son una cana al aire sino que significan mucho más, anticipan un futuro en común. Si sus besos son posibles ahora, cuando a EH Bildu aún huele la cara a capucha usada y las manos a gasolina, que no será cuando su líder no sea un secuestrador convicto como lo es Otegi.

Ahí van las cosas. La semana pasada, el PNV se opuso a una medida acordada entre Bildu y el PSE para que la Diputación vizcaína asumiera la mitad del coste del billete en Bizkaibus. Un asunto menor, sin duda, pero esclarecedor. El apoderado de EH Bildu, Raúl Méndez, ha dicho que “el poliamor ha llegado a estas Juntas Generales y eso es una buena noticia”. Complicado romance al que el PNV respondió inicialmente con una casta negativa a la invitación, pero, una vez consumado el ayuntamiento, se ha incorporado al festejo, cómo no lo iba a hacer. 

Cómo no iba a sumarse a una idea que se arregla con dinero del contribuyente cuando se suma a todas las leyes y decretos que se le pasan a la firma. En el PSOE ya saben que si alcanzan el apoyo de Bildu cuentan adicionalmente con el del PNV, aterrado con quedarse fuera de los cálculos demoscópicos de los socialistas.

La negociación de estos presupuestos ha sido tan simbólica que el presidente del PNV se ha arrancado con un “no tengo celos” que refleja la inquietud jeltzale y hace pensar que el PSOE va a dar una sucesión de oportunidades al PNV para no sentir celos, para demostrar su liberalidad amorosa, para acceder al poliamor.

De entre las novelas decimonónicas en las que se trató el adulterio, la más popular y celebrada de cuantas se publicaron en España fue 'La Regenta', en la que el marido de la protagonista, don Victor Quintanar, se batió en duelo contra el amante de su esposa, don Álvaro Mesía. No es conveniente escoger como rival de un duelo a quienes gozan de tan acreditada práctica de tiro, pero en las próximas elecciones vamos a ver una nueva disciplina, esta vez pacífica, para dirimir las infidelidades. 

Don Víctor Quintanar falleció, a resultas de aquel duelo, como consecuencia de los daños ocasionados por una bala que atravesó su vejiga.