No son tiempos fáciles para prácticamente nada. Ser empresario, ser trabajador, ser autónomo, ser camarero, ser transportista, ser periodista -que se lo digan a los compañeros de Deia, que hoy empiezan huelga-... y no quiero ni pensar en ser ucraniano. Hoy se cumplen dos años de la declaración del estado de alarma. De por medio, unas elecciones autonómicas, la compra de ITP por parte de Bain, cierres de hostelería, un asalto al Capitolio, las vacunaciones irregulares, un volcán, una enorme nevada, agur a Iglesias, agur a Casado -¿hola a Alfonso Alonso en la estructura orgánica del PP?-, el caso Larrion en Vitoria... La modernidad líquida de Bauman en estado puro y con todos sus riesgos. Entre ellos, el de que lo inmediato, lo urgente -la guerra de Ucrania- nos aparte la vista de lo verdaderamente importante: la transformación económica que proponen los fondos europeos.

Entre los empresarios existe el miedo de que los fondos europeos acaben siendo poco más que un gran fondo FEDER

Lo recibido hasta ahora por Euskadi han sido fondos poco centrados en la transformación económica y más en la cohesión. Y entre los empresarios existe el miedo precisamente de eso: de que una herramienta que venía a darle la vuelta a nuestra economía y a reforzar la competitividad de las empresas vascas acabe siendo poco más que un gran fondo FEDER. Muchos empresarios lo reconocen en sus conversaciones privadas, pero nadie quiere alzar la voz por si se queda sin el prometido maná de Bruselas, que aún no ha llegado al 77% de las empresas. Hasta ahora solo se ha atrevido a dar un ligero toque de atención el presidente del Grupo Mondragón.

Además, entre los empresarios también existe otra preocupación: la amenaza de que los PERTE lleguen tan tarde que no dé tiempo a ejecutar los proyectos antes de 2023, que es el plazo que a día de hoy fija Bruselas para dar salida a los 70.000 millones de préstamos. Si los proyectos de estos primeros 70.000 millones no están ejecutados hasta un punto, la Comisión no dará luz verde a la llegada de la otra mitad de los fondos, que ya no son regalados, sino prestados.

Existe la amenaza de que los PERTE lleguen tan tarde que no dé tiempo a ejecutar los proyectos antes de 2023 y la Comisión no apruebe la llegada de la otra mitad de los fondos

El PNV ya ha canalizado esta preocupación en más de una ocasión, con el desayuno de Aitor Esteban en el Forum Europa quizá como la vez donde más explícito se ha sido. Sin embargo, el Gobierno vasco ha mantenido un perfil más bajo pese a que aún no tiene respuesta a los proyectos estratégicos que le pidió Nadia Calviño hace meses. Entre esos tres habrá que estar atento a BasqueVolt, porque sin un fabricante automovilístico interesado por el proyecto se antoja difícil que salga adelante, pese a que se intentará.

Las patronales siguen sin referirse a esta cuestión. Parecen perderse entre las peticiones de ERTE por la guerra de Ucrania y la devolución de los créditos COVID, sobre los que se comentan en algunos mentideros que tienen en apuros a las empresas de ciertos directivos de las patronales vascas. El Gobierno central también es consciente de esta preocupación entre el empresariado vasco e incluso baraja la posibilidad de traer la presentación de algún PERTE a Euskadi con el objetivo de calmar un poco la marejada de fondo que empieza a formarse en el empresariado vasco con razón. Que el ruido no haga que perdamos de vista una oportunidad de transformar la economía que se nos puede escapar si nos fijamos única y exclusivamente en que llenar el depósito nos va a costar dos euros por litro esta semana.