Reconozco que el hecho de que Euskadi cuente con selecciones propias, sin el paraguas de la selección española, es un motivo que me alegra y que premia una ardua labor durante años, hasta haber conseguido este primer paso para el surf y la eskupilota.

Por fin, la Ley del Deporte contempla la posibilidad de participar, con los únicos colores de la Ikuriña, en aquellas competiciones con arraigo social en el territorio, o bien si la federación autonómica ha formado parte de una competición internacional previa a a la creación de la española. Como requerimientos dos preceptos; el acuerdo previo con el Consejo Superior de Deporte y contar con el beneplácito de la Federación internacional correspondiente. Una reivindicación histórica que ha sido posible gracias a una enmienda transaccional del PNV a la mencionada ley. Con ello se da cumplimento al punto número once del acuerdo de investidura entre los jeltzales y Pedro Sánchez en la que se abogaba por la creación de cauces para la oficialidad de selecciones vascas.

Se da la circunstancia de que, mientras esta enmienda era aprobada, al otro lado de la muga, Biarritz acogía el Mundial de pelota vasca. La Euskal Selezioa no podía competir, ya que estaba obligada a participar en nombre de España, Francia u otra selección reconocida. El chiste se cuenta solo, la selección originaria, su cuna, artífice de su promoción, mantenimiento y que bautiza al deporte, no podía tomar parte.

Este primer reconocimiento legal viene a poner fin a un sinsentido. Haber descorchado la posibilidad de explorar vías dialogadas, acordadas y respaldadas por leyes en algo inédito en el ámbito deportivo. Con esta primera piedra se abre un camino y en Euskadi viene a dar respuesta a una aspiración ampliamente respaldada socialmente. De hecho, el anhelo por alcanzar todas las modalidades deportivas es un objetivo ansiado históricamente. Quizá el fútbol haya contado con mayor foco y mayor serie histórica en la reivindicación de la oficialidad, pero para muchos se ha logrado un hito que ha trasgredido el no perpetuo.

La Federación Internacional de Pelota Vasca (FIPV), de hecho, ha tomado una decisión inédita, nombrar las próximas dos sedes de los mundiales: Argentina 2026 y Bilbao-Gernika 2030. No crean en las casualidades, hasta que el respaldo político y legal no se ha dado, la posibilidad de acoger el mundial nunca se había planteado.

La voluntad política, ha vuelto a quedar demostrado, que es el único ingrediente necesario para llegar a acuerdos, encontrar la fórmula y adaptar la respuesta. Pero con el deporte se toca algo más que la mera actividad atlética, la carga política es de profundidad. En casa, ha soliviantado los ánimos de EH Bildu que ha visto como subía un tanto al marcador del PNV y en el Estado, la derecha mediática, tweetera y política han pronosticado la enésima ruptura del Estado. Bastaría con recordar un ejemplo bien cercano, en Reino Unido son cuatro las naciones que compiten con selecciones propias, Gales, Escocia, Inglaterra e Irlanda del Norte.

Y todo ello, en plenas negociaciones presupuestarias, que junto al acuerdo de la renovación de la Ley del Cupo también en los bolsillos jeltzales, ha servido para engrasar las relaciones de los socios necesarios para la aprobación de las cuentas.

La calentura por la oficialidad de las selecciones vascas se ha visto superada por la ruptura de las negociaciones de la renovación del CGPJ y el totum revolutum con la reforma del delito de sedición. La pata catalana y la desinflamación de las relaciones con los socios de investidura acerca aún mas la posibilidad de que a finales de noviembre el Gobierno de España tenga sus terceros presupuestos aprobados consecutivamente.

La conclusión es sencilla, la política con mayúsculas es la política de acuerdos. Lo demás se traduce en un desgaste insufrible de las instituciones democráticas. Cuidado con los incendios que se prenden porque luego son difíciles de sofocar. Pero esto, es el siguiente capítulo.