Superada la lucha de clases, caído el muro de Berlín y convertidos los países comunistas en adalides del capitalismo más explotador del proletariado, la izquierda occidental intenta renovarse contra las fuerzas del mal. Una catarata de feminismo, racismo, memoria histórica o “democrática”, etc. inunda los medios. El objetivo: alimentar clientelas que aspiren a hacerse con el bocado más grande de la riqueza, materializado en el Presupuesto del Estado, expansivo por los siglos de los siglos.

Hay que reconocer que la clase política lo ha pasado fatal. Desde la crisis del 2008; no ha podido gastar sin límite. Menos mal, que la covid-19, nos va a permitir gastar una millonada. Con gran alegría de la izquierda y del complejo Ibex. La etapa de la radicalización política, porque no había nada que inaugurar y sí que recortar, ha sido felizmente superada.

A nuestros hijos, esos que el 45% de menos de 25 años están en paro, les estamos configurando el futuro perfecto

 

A mi estas cosas me recuerdan a mi madre. Mamá decía, con sorna, que no hay mayor sinvergüenza que el que consigue vivir de sus padres hasta poder vivir de sus hijos. Nuestra generación, la que accedimos a la democracia en 1978, hemos vivido momentos trepidantes y muy satisfactorios. Conseguimos pasar de una España gris y hortera, a un mundo de color y glamur. Hemos viajado, hemos disfrutado. Montado un Estado asistencial que llega a todos los rincones; creando una red de seguridad personal en todos los ámbitos : sanitario, educacional, asistencial. Quedan cosillas, es cierto, pero en esta nueva era que surge entre las tinieblas de la pandemia, no hay límites.

La verdad es que vivimos y hemos vivido, mucho mejor que nuestros tristes padres. Con su veraneo en el pueblo, cinco hijos, la cuñada y la abuela en casa y de viajes de novios a Mallorca. Vamos unos tristes. Unos tristes, que ahorraron y llegaron a ser dueños de Endesa, Repsol, Telefónica, Iberia, Cepsa…. Las joyas de las familia , que vendimos para hacer una nueva España.

Al principio nos costó, pero luego cogimos carrerilla. Empezamos a vender los aeropuertos y vamos a poner peaje a las autopistas, que también venderemos. Pero no era suficiente, para vivir bien a veces hay que endeudarse. Así que hemos pasado del triste año 1975 con un 7,6% de deuda/PIB a una previsión de alcanzar el 122% en 2021, con alegría. Del déficit, hoy no hablamos. De los impuestos y su incremento, tampoco. Ahí está la gran batalla de los próximos años. Como mantenemos lo creado, si no podemos tener déficit. Mas ventas , más tasas, más impuestos, más peajes.

Volvamos a mi madre. A nuestros hijos, esos que el 45% de menos de 25 años están en paro, les estamos configurando el futuro perfecto. La precariedad e inestabilidad en el trabajo, la competencia en un mercado global, dibujan un futuro incierto. A esa incertidumbre se contraponen realidades como un Estado que se apropia del 50% de sus rentas; de una deuda, presente y futura, para su generación a pagar con más impuestos. A la obviedad de que su futuro va a ser pagar, pagar, pagar, las deudas de sus padres.

Quizás la nueva lucha de clases no sea la del feminismo, etc., sino la de jóvenes por un futuro contra viejos con un pasado

 

Sin hablar del pasivo contingente llamado pensiones, que nadie se atreve a cuantificar, pero que genera otros 15/25.000 millones de agujero anual. A pagar por esta generación que llega.

Quizás la nueva lucha de clases no sea la del feminismo, etc., sino la de jóvenes por un futuro contra viejos con un pasado.

Esta lucha es más amarga, menos mediática, más peligrosa. Pero quizás ahora se explique la carrera por la eutanasia, que promueve nuestro Gobierno. La vieja alianza de la izquierda con el Ibex.