La frase en inglés de 'I´m very concerned' se ha hecho muy popular por su frecuente uso en el lenguaje diplomático para indicar que un asunto resulta desagradable, pero que no se va a hacer nada para evitarlo. 

'I’m very concerned' es la frase de los observadores internacionales que miran sin actuar, que dejan que las cosas pasen como si fueran irreversibles, como si no hubiera capacidad para resolverlas o impedirlas.

'I’m very concerned' se podría traducir al español como “me preocupa mucho”, que también es una expresión que oímos muy frecuentemente, pero no en el lenguaje diplomático sino entre los responsables de la actividad económica vasca.

Son innumerables las ocasiones en las que la consejera Arantxa Tapia se muestra preocupada por la marcha de una empresa, por el cierre de otra, por la reducción de personal o el desplazamiento de la sede central o del domicilio fiscal a otro lugar.

 

'I’m very concerned' es la frase de los observadores internacionales que miran sin actuar, que dejan que las cosas pasen como si fueran irreversibles, como si no hubiera capacidad para resolverlas o impedirlas

 

Los responsables de la actividad económica en Euskadi parecen ser meros observadores que se dedican a la contemplación de lo que sucede y, como mucho, a explicar las causas que han motivado algún desastre.

“El arraigo no se impone” decía Tapia para justificar que Siemens Gamesa haya ido abandonando progresivamente Euskadi como sede de su actividad económica. Tiene razón la consejera, el arraigo no se impone, ya lo vamos viendo. Por ello hay que buscar los medios para que las empresas no se quieran marchar, que es algo que no se debe de estar haciendo o, si se hace, no suficientemente bien.

Como informaba 'Crónica Vasca', a la marcha de Siemens se suman las de otras compañías que también han perdido su arraigo vasco como ITP, BM o Solarpack, sin contar los desplazamientos fabriles o tecnológicos como es el caso de Aernnova o Euskaltel.  De hecho, Euskadi ha perdido 39 empresas por cambio de sede social en 2021, lo que ha representado la pérdida de 1.276 millones de euros de facturación en territorio vasco.

 

Los responsables de la actividad económica en Euskadi parecen ser meros observadores que se dedican a la contemplación de lo que sucede y, como mucho, a explicar las causas que han motivado algún desastre

 

Con estos datos, no vale con estar muy preocupada, los indicativos señalan que hay que dar un giro en la política fiscal y económica para hacer de Euskadi un lugar atractivo para invertir, como lo había sido tradicionalmente. Lamentarse de que la Comunidad de Madrid es un paraíso fiscal es una muestra de debilidad del proyecto propio, ya que la capital apenas si tiene competencias fiscales si se comparan con las vascas y, particularmente, tiene cero competencias sobre el Impuesto de Sociedades. 

Euskadi ha seguido una senda ascendente en el gasto público que le obliga a enormes desembolsos que se sufragan con impuestos cada vez más caros. A su vez, las decisiones de planificación industrial, territorial y económica se han colocado en los niveles más desfavorables para la inversión o, directamente, hacen imposible la realización de proyectos o la implantación de determinados sectores.

 

Lamentarse de que la Comunidad de Madrid es un paraíso fiscal es una muestra de debilidad del proyecto propio, ya que la capital apenas si tiene competencias fiscales si se comparan con las vascas

 

Euskadi tiene problemas como la baja natalidad, el alto absentismo y el poco emprendimiento, a los que se suman otros como la conflictividad y los altos costes laborales, que también se traducen en pérdida de productividad. Tal vez sea difícil abordar estos problemas desde el ámbito público, pero hay otros como la presión fiscal y una ordenación territorial restrictiva que tienen su causa en el modelo político que se sigue.

Es frecuente ver los obstáculos desde todas las administraciones para la ejecución de proyectos eólicos, para la exploración de los recursos gasísticos o para la realización de inversiones en energía hidráulica. El discurso político respecto a estas inversiones pasa por una oposición frontal a todas ellas, sin observar las pérdidas no sólo económicas sino también estratégicas que conlleva.

 

Euskadi tiene problemas como la baja natalidad, el alto absentismo y el poco emprendimiento, a los que se suman otros como la conflictividad y los altos costes laborales, que también se traducen en pérdida de productividad

 

Las consecuencias son la pérdida de capacidad de atracción de nuevas inversiones y, lo que es peor, la deslocalización de empresas que habían nacido en territorio vasco y buscan en otros territorios un espacio para desarrollarse.

Todos esos planes que se presentan periódicamente no parecen estar sirviendo para mucho y se perciben como el mismo paquete al que se le cambia el envoltorio y el lazo que lo cierra, pero que no incorporan las medidas que la industria vasca necesita, que son, menos regulación y menos cargas públicas. De lo contrario, seguiremos escuchando ante cada caso de deslocalización aquello de 'I’m very concerned'.