En las últimas semanas y sobre todo, en los últimos días puede que hayan sufrido algún vahído al escuchar la palabra impuestos. Es normal, nos ha pasado a muchos, que ya no sabemos si vamos o venimos, ni si todas las cosas que proponen unos y otros nos afectan en positivo o en negativo a la hora de rendir cuentas ante la temida hacienda, que dicen que somos todos.  

Abrir el melón de la bajada de impuestos es un tema recurrente cuando se está en la oposición porque vende mucho, pero sobre el que habitualmente se recula cuando se accede al gobierno, entre otras cosas, porque hay que gestionar y los recursos no son infinitos. La actual coyuntura de incertidumbre económica que va añadiendo ingredientes un día sí y otro también, parece haber abierto la veda, y nos levantamos cada día con una noticia nueva en esta materia. Lo último de momento, el impuesto a las grandes fortunas que empezará a aplicarse en enero y será temporal. Pero el que ha generado el principal debate ha sido el de patrimonio, ese que se tilda como impuesto a los ricos, y que ha puesto en la parrilla de salida, el presidente andaluz Juanma Moreno, con el anuncio de que lo va a suprimir, con el objetivo de atraer inversiones que podría perder Cataluña. Moreno no es el primero en tomar una directriz de estas características, se le adelantó con la misma medida, hace ya tiempo Ayuso en Madrid, con lo que cabe pensar que a partir de ahora estas dos comunidades pueden hacerse la competencia.

Y ahí es donde se centra el debate ¿tiene sentido esa competencia entre comunidades? Hay voces para todos los gustos, pero no parece que actuar así sea lo adecuado. Eso debe pensar sin duda el ministro Escrivá a quien conocida la estrategia andaluza, le faltó tiempo para abogar por la recentralización de las tasas impositivas, para que a la velocidad del rayo le enmendarán la plana los suyos, asegurando que el Gobierno no está es esa, y que la opinión de Escrivá es absolutamente personal. Como si un ministro pudiera desdoblarse cuando hace determinadas aseveraciones de calado…

Y aquí en casa, donde el citado impuesto afecta a 16.000 contribuyentes y tiene un impacto moderado, desde el punto de vista de la recaudación,  el portavoz del Ejecutivo, ha dejado claro que no se toca nada y que literalmente, no vamos a participar en “la pesca de los ricos”.

Porque en esto de los impuestos también hay dos bandos, unos que dicen abogar para que las rentas más bajas sean las más favorecidas, con medidas adoptadas para frenar la insufrible escalada inflacionista y los que se decantan más por dar facilidades a los que más tienen. Un clásico.

Por cierto que en concreto el impuesto de patrimonio ha dado muchas vueltas y conviene recordarlo. Esta tasa la suprimió el PSOE en 2008 y unos años después en el 2011 la recuperó el PP. Así se escribe la historia.
Mientras tanto y a la espera de que la próxima nómina llegue ya con menos retención, por cambios aplicados al IRPF y cobremos unos euros más, el ciudadano de a pie sigue sufriendo cada vez que tiene que pagar los alimentos básicos cuyos precios no dejan de elevarse. Tememos ese momento en el que hay que abrir la factura de la luz o el gas, más que si se tratara de un diagnóstico médico y ante la cruda realidad, nos quedan pocas esperanzas de que la cosa mejore en un corto plazo.

Por su parte las empresas padecen unos incrementos de costes que son muy difíciles de afrontar, mientras escuchan a los representantes de los trabajadores abogar por incrementos salariales parejos a la inflación, que son directamente inasumibles y que además no arreglarían el problema de fondo, sino que lo agravarían más.

Así arrancamos un otoño que lejos de ser caliente, puede ser gélido por lo que cuanto menos nos mareen, mejor.