Las patronales, los sindicatos no huelguistas y la dirección de Mercedes han sido claros: las consecuencias de un 'no' al preacuerdo alcanzado entre UGT, CCOO, PIM y Ekintza puede ser letales no solo para la factoría más grande de Euskadi, sino para los 30.000 trabajadores de la industria auxiliar que rodea al gigante de la automoción. El 'no' al preacuerdo en Mercedes puede llevar a una hecatombe total y no se pueden hacer movimientos en clave de elecciones sindicales -las de Mercedes, en noviembre- cuando está en juego el futuro de la automoción vasca.

Es necesario que el conflicto laboral se resuelva. Y encima de la mesa hay un acuerdo que lo posibilita. Cuesta entender por qué ELA no apoya un acuerdo que es difícil de mejorar por mucho que no responda a las exigencias iniciales del comité de empresa; es difícil encontrar propuestas salariales mejores que las de Mercedes con casi un 10% de inflación en Euskadi. Pero más complicado aún es entender por qué los empleados no huelguistas tienen que lidiar con amenazas o por qué la última palabra sobre un acuerdo la tiene un secretario general sindical que vive en Pamplona y que ha estado detrás de una estrategia que ha dejado una plantilla incendiada en Mercedes que sobrepasa a todas las partes implicadas en el acuerdo laboral con 1.200 millones en juego.