Los resultados de las elecciones presidenciales francesas, tanto en su primera como en su segunda vuelta, se analizan en España desde una perspectiva nacional, queriendo advertir las tendencias y semejanzas entre un caso y otro y buscando elementos que pudieran anticipar lo que pueda ocurrir en nuestro país.

Sin embargo, lo que está ocurriendo en Francia es muy diferente de lo que viene sucediendo en España. En primer lugar, por la conformación de los partidos más a la derecha del espectro político, que en Francia ya no es la Agrupación Nacional de Le Pen, sino el partido de Éric Zemmour. Las analogías entre el partido de Le Pen y VOX son muchas y las simpatías entre sus líderes, manifiestas. Sin embargo, hay notables diferencias ideológicas entre los partidos de Le Pen y Santiago Abascal que hacen, entre otras cosas, que el origen de sus votos sea también distinto.

Le Pen ha conseguido penetrar en una parte significativa de la clase trabajadora francesa y entre la población desempleada y desclasada. Prueba de este origen tan distinto entre los votantes de uno y otro partido se puede ver en el hecho de que la izquierda populista de Jean-Luc Mélenchon hubiera podido votar a Le Pen en la segunda vuelta en al menos un 20%. Es como si, en España, una quinta parte de los votantes de Podemos escogieran a Abascal como segunda opción.

 

Le Pen ha conseguido penetrar en una parte significativa de la clase trabajadora francesa y entre la población desempleada y desclasada

 

Los partidos tradicionales franceses, como se pudo ver en la segunda vuelta, han colapsado. Macron se constituye como la referencia de centralidad en Francia y logra así el triunfo presidencial con el 58’54% de los votos en esta vuelta definitiva que lo conduce al Eliseo por cinco años más. Pero Macron no es un político de derechas. Su origen es el Partido Socialista Francés del que fue militante y con el que llegó a ministro. En sus mítines de esta segunda vuelta, su mensaje se ha dirigido a los votantes de izquierda con lemas de la izquierda tradicional respecto al gasto público o la agenda ecologista y LGTBI.

 

Los franceses no encuentran las soluciones a sus problemas en los programas económicos o sociales tradicionales sino que buscan elementos mucho más particulares que se salen de los estereotipos.

 

El tablero izquierda derecha en Francia ha saltado por los aires. De la misma manera que Macron logra apoyos de los espacios tradicionales de la izquierda y la derecha, Le Pen también logra votos de espectros sociológicos que se atribuían habitualmente a la izquierda y a la derecha. Los franceses no encuentran las soluciones a sus problemas en los programas económicos o sociales tradicionales sino que buscan elementos mucho más particulares que se salen de los estereotipos.

En España, los grupos siguen estando mucho más claros en torno al eje tradicional de izquierda y derecha. En primer lugar porque los partidos históricos de uno y otro signo siguen siendo los que lideran las mayorías políticas. Pese a la entrada de formaciones políticas como VOX o Podemos, son el PSOE y el PP los que se disputan las mayorías y el poder político.

 

En España, los grupos siguen estando mucho más claros en torno al eje tradicional de izquierda y derecha

 

En segundo lugar, porque es ahora, más que nunca, cuando las coaliciones y búsquedas de socios se hacen entre los afines ideológicos. Hace solo cuatro años los espacios comunes entre izquierda y derecha eran mucho más transitados. Existían límites ideológicos más allá de ese eje de izquierda derecha que hacían imposible concebir que el Partido Socialista pactara con Esquerra Republicana, con Bildu o incluso con Podemos, a quienes Pedro Sánchez excluía de cualquier posibilidad de pacto, primero para aspirar a  la Moncloa y luego para formar Gobierno.

Sin embargo, esos espacios comunes que compartían la izquierda y la derecha en España desaparecieron para alimentar bloques bien definidos en los que la identidad ideológica se hace prioritaria. Si algo se ha demostrado como superado ha sido el modelo de Ciudadanos, que aspiraba, precisamente, al liderazgo de esos espacios comunes entre PP y PSOE y que ha caído como víctima de su propia indefinición. Anótese que en los resultados de Castilla y León se ha visto cómo los votantes de Ciudadanos han pasado en masa a VOX sin parar en el PP. Una muestra de que los votantes querían la seguridad de que su voto no acabara en paraderos ideológicos con los que no se identifican, lo que Ciudadanos no garantizaba.

 

Si algo se ha demostrado como superado ha sido el modelo de Ciudadanos, que aspiraba, precisamente, al liderazgo de esos espacios comunes entre PP y PSOE y que ha caído como víctima de su propia indefinición

 

Pero la posición de los partidos no es distinta de la de los ciudadanos. Hemos visto como, en Francia, el izquierdista Mélenchon orientaba a sus votantes hacia Macron para que Le Pen no recibiera ningún voto de la izquierda. Por el contrario, en Castilla y León, el Partido Socialista ha rehusado dar su apoyo al Partido Popular y ha preferido que el candidato popular sume sus votos a los de VOX antes que cruzar la línea ideológica que vincula al PSOE con el resto de la izquierda española.

A su vez, nadie ha creído que la negativa del PSOE a dar su apoyo al PP para no incorporar a VOX al Gobierno de Castilla y León vaya a tener la más mínima incidencia en su electorado. Nadie se lo va a reprochar. Del mismo modo, que nadie crea que la decisión de Mañueco de pactar con VOX vaya a tener repercusiones en su electorado. En España, que no en Francia, los bloques de izquierda derecha son más claros y homogéneos de lo que nunca lo fueron y nada hace percibir que eso vaya a cambiar.