Las políticas públicas actúan como palos, zanahorias o sermones. Esta metáfora no es mía es de Bemelmans-Videc que elaboró una tipología según la cual las políticas públicas pueden actuar como palos, cuando a través de la regulación buscan forzar el comportamiento de los ciudadanos; como zanahorias, cuando proveen de incentivos para seducir a individuos o entidades para que actúen en una dirección determinada, o como sermones, cuando buscan persuadir sin mediar ningún incentivo o coacción a cambio.

En estos tiempos pandémicos en los que nunca una regulación tan profusa ocupó tan poco espacio (temporal), hemos visto como quiénes tienen que gobernar se veían en la necesidad de adaptar las normativas a un contexto cambiante y lleno de incertidumbre. Para ello han utilizado “palos”, como los toques de queda para forzar nuestra vuelta a casa y limitar nuestros contactos sociales; zanahorias, como la puesta en marcha de los ERTES para evitar los despidos de trabajadores y trabajadoras de las empresas, y sermones a través de la provisión de información para garantizar la comprensión de las normas y paliar la sensación generalizada de incertidumbre.

 

Han utilizado “palos”, como los toques de queda para forzar nuestra vuelta a casa y limitar nuestros contactos sociales

 

Llevamos un año de normas, regulaciones e intentos de seducción varios, no exentos de contradicciones y dificultades propias de gestionar una situación inédita, que no termina de ser controlada ante las dificultades de un proceso de vacunación que se muestra más eficaz cuanto más generalizado resulta.

En este sentido, la decisión de los países de la Unión Europea de suspender temporalmente el plan de vacunación con AstraZeneca, cuando ya había pasado los controles de la Agencia Europea el Medicamento, parece haberse tomado sin haber valorado convenientemente dos cuestiones: por un lado la desconfianza que se iba a generar en relación a la capacidad de las instituciones para gestionar de manera eficiente el proceso de vacunación, y por otro lado, la reacción de desconfianza de la ciudadanía ante los posibles efectos secundarios de la vacuna. La desconfianza ahora generada puede dificultar el propósito para el que han sido diseñadas las campañas de vacunación masivas: vacunar al mayor número de gente en el menor tiempo posible y así alcanzar la ansiada inmunidad de grupo.

Estos meses estamos viendo la enorme complejidad que rodea a la toma de decisiones. Asistimos a contradicciones, a la reconsideración de decisiones y a la modificación de medidas en diferentes países y en distintos niveles de gobierno. Sin ir más lejos, mientras el Consejero de Turismo del Gobierno Vasco impulsa medidas (incentivos) para fomentar la movilidad y la actividad turística durante Semana Santa, el Consejero Portavoz pide a la ciudadanía que limite al máximo sus movimientos. Nadie dice que esto sea fácil, pero unificar y simplificar los mensajes disminuye la confusión, los errores de comprensión y mejora la respuesta. No desfallezcamos ahora, cuando el fin está más cerca.