Ni los trans, ni nada que se salga de la norma que viene marcada por lo que traes entre las piernas al nacer. ¿Suena a cachondeo? Pues es una traducción bastante fidedigna de la ley que el partido Fidesz (Vox en húngaro), en el gobierno desde 2010, acaba de hacer pasar por el parlamento y que, lógicamente, ha puesto en estado de alerta a la Unión Europea. Es interesante conocer el contexto en el que Fidesz lleva a cabo su enésimo ataque contra las libertades civiles, pues esta ley surge como una norma para proteger a los menores de la pederastia. Tanto era así que, cosa nada común, tenía el consenso de la exigua oposición húngara.

Hasta que Fidesz a última hora, y como quien no quiere la cosa, modificó el proyecto para cambiar completamente su sentido. Lo que había empezado como una ley anti pederastia se transformó en una ley anti LGTBIQ+. La ley prohibe mostrar ante un menor cualquier contenido sexual en el que “la sexualidad sea un fin en sí mismo” o que tenga que ver con la homosexualidad o que contravenga “la identidad que corresponde al sexo de nacimiento”. Así mismo prohibe que la educación sexual se aparte de ese principio de identidad asignada con el nacimiento y, para asegurarse (y me temo que asegurar a los amiguetes sustanciosos contratos), establece un registro de organizaciones que pueden impartir dicha instrucción a los menores. Por si fuera poco, también establece un sistema de censura televisiva para controlar los contenidos de programas que de alguna manera pudieran promover dicha perversión de optar por una orientación sexual que contravenga lo que se supone que dicta la entrepierna de cada cual. Con decir que las cadenas de televisión están preguntando si pueden emitir 'Friends' antes de las once de la noche, queda claro el alcance.

Cualquier duda acerca de la intención de esta ley la ha despejado el propio primer ministro húngaro ante el rechazo frontal que le han mostrado la mayoría de socios de la UE: “No es una ley sobre la homosexualidad, es una ley sobre los niños y los padres”. Exactamente, no podía estar mejor definido, pues se trata de una legislación que establece que para proteger a los niños hay que ocultar cualquier opción sexual distinta de la que Orbán y su partido entienden “dada por nacimiento”. Dicho de otro modo, y siguiendo el razonamiento del mandatario húngaro, es una ley que supone que las sexualidades que no se ajustan a su criterio son dañinas para los menores húngaros. Algo así como decir que las leyes de Núremberg no iban contra los judíos, y que solo pretendían proteger al pueblo alemán (cosa que no sería nada raro oírsela a Orbán, por cierto).

No es una ley sobre la homosexualidad, es una ley sobre los niños y los padres”. Exactamente, no podía estar mejor definido, pues se trata de una legislación que establece que para proteger a los niños hay que ocultar cualquier opción sexual distinta de la que Orbán y su partido entienden “dada por nacimiento”

Aunque al tratar de presentar su ley como una defensa de niños y padres, el mandatario húngaro se ha puesto la soga la cuello ante la UE, se trata de una táctica que la extrema derecha utiliza muy habitualmente. Hazte Oír, la organización ultracatólica que cuenta con varios diputados entre los de Vox, su partido de referencia, paseó por las calles de España unos autobuses que llevaban pintada la ley húngara: “Que no te engañen: los niños tienen pene y las niñas vulva”. Ese mensaje llevaba implícita la misma suposición que Fidesz traslada a su legislación: que el hecho de tener pene o vulva se convierten en una especie de mandato divino sobre la sexualidad.

A József Szájer - eurodiputado del partido de Orbán- no le debió quedar claro ese mandato cuando se saltó el confinamiento en Bruselas para acudir a una orgía gay. O sí, pero le daba exactamente igual porque todo esto más que a un convencimiento religioso responde a un afán autoritario y ya se sabe que dicha actitud política se basa en el principio de que solamente son libres los que mandan. Responde también a la búsqueda de una identidad innegociable que se ajuste a determinados estereotipos. La obsesión con ilegalizar todo aquello que se salga de esa identidad de rebaño es muy propia de las ultraderechas (aunque no exclusiva: ahí tenemos a Bildu poniendo el grito en el cielo porque les van a colocar unas viviendas sociales, y es de suponer que nada euskaldunes, en un barrio donde ya casi tenían niquelada la identidad de rebaño).

Hazte Oír, la organización ultracatólica que cuenta con varios diputados entre los de Vox, su partido de referencia, paseó por las calles de España unos autobuses que llevaban pintada la ley húngara: “Que no te engañen: los niños tienen pene y las niñas vulva”

La ley húngara es lo que hacen estos partidos cuando gobiernan y tienen mayoría, conviene aprenderlo de antemano. Cuando no la tienen, pero logran que la derecha más centrada les aúpe donde no debiera, se inventan cosas como el PIN parental. Lo visten también con el lenguaje de la libertad, pero no se trata más que de transmitir la idea de que todo lo que se salga de la identidad que ellos definen es pernicioso y debe evitarse. Lo mismo que quieren ilegalizar al PNV o meter en la cárcel al Gobierno de España, quieren estigmatizar legalmente cualquier identidad sexual que no sea la que entienden debida. No es absoluto casual que una de las primeras manifestaciones de Isabel Díaz Ayuso tras ser investida presidenta por Vox fuera su disposición a revisar la legislación autonómica sobre igualdad de género y de prevención de la LGTBIfobia. Eso, para ir estrenando libertad frente a socialismo. A ver is antes que después el PP se percata de que la opción es más bien o Vox o Europa.