El telescopio James Webb nos han dejado esta semana unas imágenes asombrosas e hipnóticas. La capacidad para mirar atrás en el tiempo como nunca antes se había hecho, captar la luz del espacio para devolvérnosla en forma de imágenes que nos muestran cómo era el espacio hace 4.600 millones de años. Gracias a estas imágenes podemos observar una dimensión temporal de largo alcance, muy distinta del cortoplacismo que muchas veces acostumbra la gestión de la política.

Mientras, en una pequeña esquina de ese universo que nos muestra Webb –pero cargada de simbolismo institucional y político– se ha celebrado, tras siete años de ausencia, el debate del Estado de la Nación. Sin necesidad de la potencia telescópica mostrada por la NASA, simplemente echando la vista atrás, podemos observar como en el último debate celebrado en 2015, el paro era el tema que ocupaba la agenda política y la principal preocupación de la ciudadanía. Por aquel entonces, más de 4 millones de personas se levantaban cada mañana con la esperanza de poner fin a una situación de desempleo en el que convive la incertidumbre y la desesperación.

En el debate del Estado de la Nación de 2015, Mariano Rajoy iniciaba su discurso con palabras que recuerdan a las de Pedro Sánchez de estos días “... me propongo dedicar toda la capacidad del Gobierno y todas las fuerzas de la nación a detener la sangría del paro, estimular el crecimiento, y acelerar el regreso a la creación de empleo”, decía el entonces presidente del Gobierno. Hacerse cargo de los problemas de la gente es la principal tarea de un gobernante.

Siete años después, no es el desempleo, sino la inflación la que se coloca en el primer lugar de la agenda política y de las preocupaciones de la ciudadanía.

Siete años después, no es el desempleo, sino la inflación la que se coloca en el primer lugar de la agenda política y de las preocupaciones de la ciudadanía. Pedro Sánchez lucha ante la adversidad de una inflación que se ha convertido en la principal preocupación de ciudadanía y gobernantes. No solo el “me hago cargo del estado de ánimo de la gente” de Pedro Sánchez refleja esta preocupación y proximidad con el sentir general por parte del presidente del Gobierno, la totalidad de portavoces que han pasado estos días por el hemiciclo, han recogido en sus discursos referencias a la inflación.

El papel de la política es detectar los problemas, identificar las soluciones y desarrollar las políticas públicas que les den respuesta. En esta ocasión el problema tiene cara y ojos: el coste de la vida no para de crecer. En este momento, nadie es ajeno a que el coste de las cosas determina una gran cantidad de decisiones diarias: resoplamos cuando nos dan el ticket en la frutería, o cuando miramos al surtidor de gasolina.

Cómo se dé respuesta a una situación inédita en los últimos 40 años será parte del éxito de Pedro Sánchez en el último tramo de la legislatura. Tal y como hace el microscopio Webb, cuya parte más espectacular no son sus llamativos colores, sino el detalle que consigue, Pedro Sánchez – una vez pasado el impacto que ha tenido la presentación de unas propuestas – tendrá que conseguir que los votantes perciban con detalle, que las medidas aprobadas tienen un efecto positivo y redistributivo. Esa, y no otra, es la baza que juega el gobierno.

No se juzga a los gobernantes tanto por lo que sucede, sino por como perciban los votantes que el gobernante maneja lo que sucede

Conviene recordar que no se juzga a los gobernantes tanto por lo que sucede – en este caso la inflación no es consecuencia de una mala gestión del gobierno – sino por como perciban los votantes que el gobernante maneja lo que sucede. De momento, el gobierno ha recuperado el liderazgo, veremos si lo mantiene.