¿Iba en serio la declaración del 18 de octubre? Porque las palabras emplazan a los hechos, a todos los hechos. De ellas, se debe desprender el aprendizaje y la reflexión ética y moral completa que se exige cuando se trata de afrontar la convivencia con garantías de no repetición y deslegitimación, en democracia, de las vías violentas. En vez de soltar vapor hay que apagar la candela definitivamente.

La declaración llamada del 18 de octubre es humo mientras no haya el convencimiento de que no se pude despedir con honores a un asesino, que no se puede aplaudir a quien socializó el sufrimiento y que incorporar al jefe de ETA a la plana mayor de un partido político no es una cuestión de estrategia y cambio de ciclo, si previamente no hay una reflexión de la injusticia que supuso la existencia de una organización armada que contó con el soporte político de los que hoy le acogen en su seno. Las diferentes justificaciones que se han dado entorno a estos hechos han sido tan lamentables como el retroceso que suponen los mismos. La demagogia desplegada con la comparación de otros conflictos y otras personalidades ha sido de bochorno agostero. No sé si la mas indescriptible, pero al menos la mas recurrente, ha sido con la trayectoria, vida y obras de Nelson Mandela.

Pero pongamos contexto para saber de qué hablamos en realidad. 20 de octubre de 2011 un encapuchado David Pla anuncia el cese definitivo de la actividad armada de ETA. Una exhalación de alivio recorre la sociedad vasca. Llegó el desarme en 2017 y en 2018 ETA se disuelve. Alivio profundo, completo y culminado. Vivimos mejor. Empieza otra fase, la reconstrucción de la convivencia, la memoria, la reparación y el papel de los victimarios en la vida pública.

Los “ongi etorris” respaldados por la Izquierda Abertzale han sido el caballo de batalla mas clamorosos para las víctimas, para la sociedad vasca y para la fontanería de EH Bildu que pasaba de afirmar que no les costaba entender el dolor que podían causar estos recibimientos que lo mismo anunciaban que por cada preso excarcelado habría su correspondiente bienvenida.

Se olía el lío interno y la difícil gestión del momento político. Cambio de estrategia, ejercicio de praxis en Madrid, Navarra e incluso en Euskadi. Entrar en el juego político y competir cara a cara como seguidor social y de inversiones con el PNV. Pero la mochila política pesaba un poco mas con cada ongi etorri. Llegó el 18 de octubre
de 2021 y en el palacio de Aiete, donde 10 años antes se fraguó el final de ETA, compadecen Arkaitz Rodríguez, secretario general de Sortu y Arnaldo Otegi, coordinador general de EH Bildu para declarar formalmente y en alusión directa por primera vez a las víctimas de ETA, que se comprometen a aliviar el dolor y su compromiso por mitigarlo. 4 días después Bildu anunciaba su apoyo a los presupuestos generales del Estado.

Un paso importante, un avance en la dirección correcta. Como el que siguió en noviembre el colectivo de presos de ETA (EPPK) quien emitía un comunicado en el que reclamaba el final de los recibimientos públicos cuando son excarcelados y pedía que estos mismos transcurrieran en la intimidad.

Las válvulas de las corrientes críticas dentro de Sortu acumulan presión. Son pasos unilaterales y un sector no atisba los beneficios de los mismos si para ello hay que enmendar el pasado en virtud de la nueva estrategia. Hacían falta otros gestos, movimientos dentro de su tablero, en definitiva,soltar vapor. En diciembre Sortu celebra su congreso, Arkaitz Rodríguez seguirá al frente de la secretaría general e incorpora en la vicesecretaria tercera, como responsable de Orientación Estratégica al último jefe de ETA, David Pla.

La muerte de Antonio Troitiño, miembro del comando Madrid y al que se le atribuyen veintidós asesinatos fue despedido por dirigentes de Bildu y Sortu a través de un vídeo en el que compadece Rodríguez junto a una fotografía de un sonriente Troitiño obviando el pasado criminal para centrarse en la política penitenciaria de excepción. Como si el contenido de la elipsis no fuera tan importante como los derechos que asisten a los presos.
No hay margen para mas. La pesa gira y a gran velocidad.

Y gira en sentido opuesto a la dirección correcta cuando una treintena de dirigentes de Sortu acuden a aplaudir a quien fuera jefe de ETA, Mikel Albisu “Antza”, a los juzgados de Donostia, donde fue llamado a declarar por su presunta implicación en el asesinato de Gregorio Ordóñez. Haimar Altuna, miembro de la nueva plancha de Sortu, y responsable de la Comisión para la Resolución de las Consecuencias del Conflicto afirmaba la necesidad de que Mikel esté con nosotros para poder construir un pueblo que pueda vivir en paz y libertad.

Me da que quien dice esto no conoce el pueblo al que alude, o quizá peor ,es que no lo quiere conocer. Aparten el humo, enfríen los rescoldos y verán con nitidez a la sociedad vasca.