Aquel sábado en el que Unai Rementeria, el diputado general de Bizkaia, no apareció en el homenaje a los gudaris en Artxanda sus enemigos se frotaron las manos. Era un evento de esos que el partido considera fundamentales y a los que, como si de un ejército se tratara, no puede faltar ningún general.

Y Rementeria era uno de ellos, por mucho que "la conciliación familiar" le empujara a quedarse en casa. El gesto no gustó a los jefes, especialmente porque se había repetido más veces. Rementeria se había ausentado ya en muchas ocasiones, teléfono apagado incluido, y hasta alardeaba públicamente de lo bien que mantenía el equilibrio entre trabajo y familia.

Dicen que ese día Itxaso Atutxa, que en la práctica es su jefa, frunció el ceño. Evidentemente, no es lo que se espera de un cargo de esa entidad. Algunos conspiradores vieron ahí el fin de un mandato al que todavía le quedaban casi doce meses. Así que empezaron a especular con quién sería su sucesora, porque últimamente la moda es cambiar hombres por mujeres.

Nadie imaginaba que podría ser Elixabete Etxanobe, una discretísima jurista a la que su ex compañero de oposiciones, el propio Rementeria, había aupado a diputada de Administración Pública y Relaciones Institucionales. "¿Cómo es posible que él mismo haya elegido a su sucesora?", se preguntan ahora.

La respuesta está en que las decisiones en el PNV, además de discretas, no son casi nunca demasiado evidentes. Ni son blancas ni son negras. Ni a Rementeria le han sustituido, como si de un entrenador de un equipo de fútbol en peligro de descenso se tratara, ni tampoco él se ha ido porque hubiera cumplido su ciclo de ocho años.

Esto es política y además vasca. Evidentemente, candidato solo hay uno e Itxaso Atutxa tenía que elegir, pero lo ha hecho de común acuerdo con el afectado. Entre otras cosas, porque con su jefa y con el superjefe, Andoni Ortuzar, las relaciones son excelentes.

Había muchas razones para cambiar al candidato, tanto de sexo como de duración de mandato, lo que él ha denominado en una entrevista "meter aire fresco". Pero también para mantenerlo, porque su actuación no ha dado más sustos de los necesarios e incluso ha desplegado algún elemento de audacia en fiscalidad y tecnología.

Donde más ha podido fallar ha sido relacionalmente. Al margen de sus ausencias, que llevaron a sus enemigos a entonar el lema "missing Rementeria" en foros y corrillos online, se le achacan ciertas dificultades sociales. Para los que no forman parte de su círculo más cercano, Rementeria es un tipo distante y para la población de Bizkaia sigue siendo un gran desconocido.

Aunque él no lo ha querido reconocer ni ahora ni antes, en su momento se le vio como un posible recambio de Urkullu. Incluso todavía hay quien quiere ver un paso atrás para luego dar dos adelante en su salida de la Diputación de Bizkaia. Pero lo cierto es que todo indica que el actual lehendakari seguirá otros cuatro años, por su buena imagen incluso entre los votantes de otros partidos, y que como recambio ahora mismo está mejor posicionado el actual alcalde de Vitoria-Gasteiz, Gorka Urtaran.

Para los más profanos es difícil entender cómo se toman estas decisiones en el PNV. Un candidato no lo elige el dedo de un rey absoluto, como sucedió con Mariano Rajoy en el PP, ni tampoco es el resultado de la votación asamblearia que llevó a Pedro Sánchez a comandar el PSOE hasta en dos ocasiones.

En el PNV estas decisiones se van masticando poco a poco y suelen ser consensuadas por todas las partes. No hay que olvidar que el partido es permanente mientras el cargo es coyuntural.

Es tan importante ganar las elecciones más inmediatas como garantizar que el PNV estará bien posicionado en el futuro. Solo excepcionalmente se permite que un alto cargo permanezca más de ocho años y se evitan al máximo los personalismos que tanto daño hicieron en otros tiempos. Y Rementeria era plenamente consciente de ello.