Cálculo anticipado para una obra o servicio. Conjunto de los gastos e ingresos previstos para un determinado periodo de tiempo. Con estas dos acepciones define el diccionario el concepto
presupuesto. Si salimos de la definición objetiva y nos vamos al plano subjetivo, podíamos decir que un presupuesto, público o privado, prioritariamente público, es una declaración de intenciones
con sesgo ideológico, dependiendo de quién rubrique las cuentas.

Por si no lo han notado estamos en época de presentar presupuestos por parte de las distintas administraciones. Es seguramente el momento político más importante que se produce cada año, y es el momento, en el que unos y otros aprovechan para sacar pecho con la que se considera la principal carta de presentación de cualquier gobierno que se precie, porque en ella se define a qué van a dedicarse los recursos aportados básicamente por los ciudadanos.

 

 Los calificativos más manidos que los responsables políticos utilizan cada vez que presentan las cuentas públicas son los de expansivos, sociales e históricos. Vale para el 2022, valía hace 3tres años y valdrá dentro de quince

 

Si le digo que este año vamos a tener unos presupuestos en Euskadi y en España “expansivos, sociales e históricos”, seguro que les suena, porque son los calificativos más manidos que los responsables políticos utilizan cada vez que presentan las cuentas públicas. Lo de expansivos, sociales e históricos vale para el 2022, valía hace 3 años y valdrá dentro de 15. Incluso si compramos que los presupuestos sean como nos los venden, “expansivos, históricos y sociales”, la pregunta es ¿son los adecuados para la situación actual? Ojo, que la pregunta también puede y debe ser recurrente, de hecho, habría que hacérsela todos los años.

Lo primero y fundamental, es importante que haya presupuestos. No tenerlos, y ya lo hemos vivido en más de una ocasión, impide, o al menos complica sobremanera poder realizar acciones nuevas, y desde luego da una imagen deplorable de la capacidad de acuerdo de nuestros políticos. Así hay algo que no es discutible, tener presupuestos en bueno. A partir de ahí se trata no de tener un buen presupuesto, sino de tener el mejor para responder a cada situación.

 

Los Presupuestos son lo más importante de todo lo que una administración pone en marcha, bajo ningún concepto, deberían estar al albur del mercadeo político en el que para dar el visto bueno, cada uno busca llevarse la mejor tajada posible

 

Ahora mismo compartimos dos escenarios distintos. En Euskadi los presupuestos están garantizados puesto que hay un Gobierno de mayoría, con lo que no habrá dificultades para sacar adelante una cuentas públicas que superan los 13.000 millones de euros. Las cuentas nacionales son más complejas. Entre que el Gobierno no tiene mayoría, y que la colación que gobierna no sale del rifirrafe permanente, las cosas están más complicadas. Pero no se alarmen, que acabaremos teniendo presupuestos nacionales, sólo nos falta saber cuánto nos va a costar en concesiones de todo tipo que el Gobierno tendrá que hacer, si quiere
garantizarse los apoyos suficientes.

Y aquí viene donde una se plantea, si de verdad los presupuestos institucionales son lo más importante de todo lo que una administración pone en marcha, bajo ningún concepto, deberían estar al albur del mercadeo político en el que para dar el visto bueno, cada uno busca llevarse la mejor tajada posible. Y si de verdad estamos ante la carta de presentación más importante de quienes nos gobiernan, también sería conveniente buscar antes de presentar cualquier proyecto presupuestario, el mayor consenso posible con el fin de que puedan verse reflejadas las distintas sensibilidades en algo que sin ningún lugar a dudas es de alcance.

 

Lo de expansivos, sociales e históricos es tan recurrente que suena a hueco, habría que buscar otra música.

 

Como ven estamos ante dos formas de gestionar, dependiendo de que se disponga o no de mayoría suficiente. Ambos modelos tienen aspectos que mejorar y que deben pasar sin lugar a dudas por tener talente y capacidad de alcanzar consensos. Consensos que debieran ser de obligado cumplimiento con o sin mayoría suficiente. Toda esta reflexión , como cuestión de forma y sin entrar a valorar con detalle a qué vamos a
destinar el dinero en los próximos doce meses, tiempo tenemos de ver si realmente se está apostando por lo que de verdad importa en este 2022, año clave para la economía y para los ciudadanos.

De momento lo de expansivos, sociales e históricos es tan recurrente que suena a hueco, habría que buscar otra música.