Se va consumiendo la temporada estival y tenemos por delante un otoño plagado de retos en casi todo, pero particularmente, en lo económico. Septiembre ha recuperado con toda su crudeza el eterno debate de la subida del Salario Mínimo Interprofesional y en paralelo, se negocia contrarreloj la reforma de las pensiones, y se van estableciendo las bases para cuando caiga el maná de los fondos europeos.

A este último asunto, los fondos europeos vamos a dedicarle sin duda muchísimo espacio en los próximos meses, sobre todo, en el intento de perseguir que realmente se utilicen para proyectos transformadores y no para tapar agujeros, desempolvar ideas que nunca se llevaron a cabo, o jugar al amiguismo político, asunto al que tenemos cierta querencia.

El Salario Mínimo Interprofesional es el tema que más conflicto va a generar y donde alcanzar algún tipo de acuerdo no se atisba en kilómetros a la redonda

En cuanto a las pensiones, cuya reforma, “casualmente” nos exige Europa, bueno es que Gobierno y agentes sociales se hayan puesto de acuerdo para empezar a hacer cambios, y lo deseable es que después de tanto tiempo pendientes de este asunto, la reforma no sea únicamente un parche para salvar los muebles ante Europa, y responda a necesidades reales, sabiendo como sabemos, que no pueden hacerse malabarismos cuando la caja destinada a nuestros mayores está prácticamente esquilmada, y nuestra pirámide de edad adolece de personas que puedan ir respondiendo al necesario relevo generacional en el mercado laboral. Vamos, que apuntamos a ser muchos más los pensionistas que los trabajadores, y eso, salvo que se produzca un milagro es insostenible.

Y si nos referimos al Salario Mínimo Interprofesional, este es sin duda, el tema que más conflicto va a generar, y donde alcanzar algún tipo de acuerdo no se atisba en kilómetros a la redonda. Ojo, nadie cuestiona las bondades de que el SMI pueda subir cuanto más mejor, eso es o más bien sería, un síntoma claro de que la economía va sobre ruedas. El asunto es que incrementar el SMI tiene costes, cuya visualización resulta inapropiada e incómoda, tanto para el Gobierno como para los sindicatos.

Las posturas no pueden estar más alejadas, el Gobierno propone una subida del 1,3%, que a los sindicatos se les queda corta y abogan por un incremento del 3%, mientras que la patronal no concibe una nueva subida en el momento actual y ha propuesto, que en todo caso, la subida se valore por Comunidades Autónomas, iniciativa que el Gobierno ha descartado de forma taxativa.

No podemos olvidar aquel conflictivo informe del Banco de España que hizo que alguno se rasgara las vestiduras, y en el que se dejaba claro que la última subida del Salario Mínimo, había supuesto un mazazo a la creación de empleo 

La última subida del SMI fue de un 22% pasando de 735 euros a 950. Y es cierto, no es fácil vivir con 950 euros, pero también es cierto que esos 950 euros no son lo mismo en Euskadi que en Extremadura. Por eso, la propuesta del presidente de CEOE, Antonio Garamendi tiene lógica, pero a nadie se le escapa que resultaría difícil de asumir por aquello de los eternos agravios comparativos, pero sobre todo, porque sería bastante más difícil de gestionar.

En este debate que se promete largo y farragoso, no podemos olvidar tampoco aquel conflictivo informe del Banco de España que hizo que alguno se rasgara las vestiduras, y en el que se dejaba claro que la última subida del Salario Mínimo, había supuesto un mazazo a la creación de empleo con una pérdida que cifraban entre 90.000 y 170.000 puestos no creados y cuyo coste afecta precisamente, a los salarios más bajos y a los jóvenes en busca de oportunidades profesionales.

Debe contemplarse la incertidumbre como una variable que ha venido para quedarse

Como ven estamos ante retos de calado en los que es necesario hilar muy fino para no poner en entredicho nuestra economía, que tiene algunos parámetros tocados y que se ha hundido para algunos sectores. No perdemos de vista tampoco que la pandemia no nos ha abandonado y que ha condicionado y va a seguir condicionando nuestra vida y nuestra economía sin que sepamos hasta cuándo.

En lo que hagamos, en lo que hagan quienes toman las decisiones económicas, debe contemplarse la incertidumbre como una variable que ha venido para quedarse.