Septiembre es el mes de la rutina: adiós, caos y albedrío; hola, horario y planificación. Septiembre es el mes de las buenas intenciones (aunque haya quien se empeñe en darle esa categoría al mes de enero). Septiembre es el inicio del curso laboral, escolar y político. Septiembre es donde enseñamos nuestras cartas y marcamos nuestros objetivos. Septiembre es el inicio de todo, el final de nada.

Septiembre cada vez empieza antes: hace años arrancaba el día 15, este año septiembre lo ha hecho el día 9, porque septiembre, queramos o no, empieza cuando empiezan las clases, antes todo es preparación y calentamiento. Los últimos días de agosto, te los pasas asomándote poco a poco a la rutina esperando que llegue el momento de subirte a tu ola; y los primeros días de septiembre te los pasas reconectando con el trabajo y haciendo hueco en la mochila que te acompañará el resto del curso.

 

 Es sabido que la política educativa es una herramienta de confrontación política que permite a los partidos políticos diferenciarse los unos de los otros

 

Septiembre es el mes de la escuela: libros, cuadernos y lápices nuevos, cambios de aula, nuevas asignaturas, profesoras y compañeros nuevos. Pero, este mes de septiembre es diferente al anterior, con la pandemia remitiendo y con unos datos esperanzadores, la administración vasca y los centros educativos se enfrentan a un comienzo de curso en el que los geles, tomas de temperatura, grupos burbujas y confinamientos, ya no serán los protagonistas de la conversación.

El sistema educativo debe estar preparado para responder a los cambios que se dan la sociedad. Los datos muestran que la comunidad educativa está experimentando transformaciones sustanciales en lo que a composición demográfica se refiere: la natalidad se desploma a partir de 2011 y aunque parecía que la tendencia podía empezar a recuperarse en 2014, los últimos datos de 2019 se sitúan en los niveles más bajos de las últimas décadas. Pero, aunque la tendencia de nacimientos ha descendido drásticamente, merece la pena prestar atención a las madres que están teniendo hijos. Por otro lado, la concentración del alumnado de origen extranjero en determinadas escuelas, una repetición de curso elevada entre el alumnado con índice socioeconómico más bajo, y un mundo en transformación que demanda otro tipo de formación para ser competitivos, requerirían del máximo consenso posible para abordar con garantías los retos de una sociedad en transformación. 

 

El sistema educativo debe estar preparado para responder a los cambios que se dan la sociedad

 

El Gobierno vasco, en voz de Jokin Bildarratz, su consejero de Educación, ha augurado que “pronto habrá avances significativos en el acuerdo educativo” que el ejecutivo pretende consensuar con agentes y partidos políticos. Es sabido que la política educativa es una herramienta de confrontación política que permite a los partidos políticos diferenciarse los unos de los otros, más en el contexto actual en el que el enfrentamiento es un contenido (comunicativo) que obtiene más atención que la colaboración. Habrá que ver si en el necesario debate de ideas prima la necesidad de un pacto autonómico por la educación, o es la confrontación la que acaba ocupando el protagonismo. Esperemos que no.