¿Quién dijo que el camino fuera fácil? Hace apenas 15 días, en un resumen de lo que había dado de si 2021, hablábamos de que era el año del principio del fin de una economía basada en los combustibles fósiles. Sin embargo, todos los procesos de transición tienen sus tensiones y sus contradicciones y estas nos llegan ahora de la propia Comisión Europea. Cuando apenas quedaban unas horas para la medianoche del 31 de diciembre, antes de que comenzáramos a comernos las uvas, llegaba desde Bruselas un documento con una propuesta de normativa para etiquetar como “verdes”, en términos de inversión, a la energía nuclear y el gas natural. Se trata de un borrador para aprobar la llamada taxonomía verde del viejo continente, un sistema de clasificación de actividades económicas y tecnologías de generación de energía. De salir adelante, esto supondría que estas dos energías tendrían la misma clasificación que las renovables, como el caso de la eólica o la solar, es decir pasarían a tener la calificación de “verdes”, aunque con algunas limitaciones en el tiempo. En el caso de las centrales nucleares sólo serían las construidas antes de 2045 y en las plantas de gas las ya construidas que emitan menos de 100 gramos de CO2 por Kwh y en las de nueva construcción, menos de 270 gramos de CO2 por Kwh, siempre que no puedan ser sustituidas por otras renovables.

 

Se trata de un borrador para aprobar la llamada taxonomía verde del viejo continente, un sistema de clasificación de actividades económicas y tecnologías de generación de energía

 

Este planteamiento de la Unión Europea ha sorprendido a propios y extraños, sobre todo porque la estrategia que emana de su Pacto Verde es clara: conseguir dejar las emisiones de gases efecto invernadero a 0 a mediados de este siglo y reducirlas en un 55% para dentro de tan sólo 8 años, en 2030. Estos ambiciosos objetivos, que sitúan a Europa como el conteniente líder en descarbonización de la economía, se han topado con una realidad tozuda en la que se mezclan diferentes ingredientes de un coctel más que explosivo. Por un lado, el riesgo de que el desarrollo actual de las renovables no sea el suficiente para cubrir la demanda total de energía antes del 2050 y también, el encarecimiento de la misma, que durante este último año ha sufrido una escalada imparable. Por otro, además, las enormes presiones de los lobbies energéticos, que quieren seguir rentabilizando sus inversiones, y las de algunos países como Francia, cuyo suministro depende en más de un 70% de la energía nuclear. 

 

Estos ambiciosos objetivos, que sitúan a Europa como el conteniente líder en descarbonización de la economía, se han topado con una realidad tozuda en la que se mezclan diferentes ingredientes de un coctel más que explosivo

 

Sin entrar a discutir si los miedos al desabastecimiento son reales o si la energía nuclear y el gas natural son imprescindibles para acompañar a las renovables en esta transición ecológica, hay opiniones de expertos para todos los gustos, creo sinceramente que una energía no pasa a ser verde porque se le ponga esta etiqueta en un documento, por muy oficial que sea. No se puede poner una venda a todos los europeos y tapar la realidad. La energía nuclear no genera emisiones, eso está claro, pero si que genera unos residuos muy peligrosos cuyo tratamiento no está bien resuelto, al menos hasta hoy. En el caso del gas natural es evidente que genera emisiones, menos que el carbón, pero no deja de ser un combustible fósil. Quizás sea necesario seguir utilizando las dos en este proceso de transición, pero nunca deberían estar al mismo nivel que las fuentes renovables a la hora de favorecer inversiones. En esta ocasión, coincido plenamente con la postura del Gobierno español, lo único que se lograría es dar pautas equivocadas a los mercados e impedir un desarrollo más rápido de las nuevas energías limpias. No sé si, de esta manera, se persigue cambiar las tendencias inversoras de los últimos años, que han dado claramente la espalda a los combustibles fósiles, pero creo que sería un grave error, sobre todo si tenemos en cuenta que, en el caso de una de estas energías, el gas natural, Europa depende casi totalmente de países externos y ya sabemos como se las gasta el señor Putin cuando le dejan cartas geopolíticas con las que influir en Europa.

 

Quizás sea necesario seguir utilizando las dos en este proceso de transición, pero nunca deberían estar al mismo nivel que las fuentes renovables a la hora de favorecer inversiones

 

Esta nueva taxonomía verde europea promete dar mucho que hablar en este 2022, de momento los países miembros tienen hasta el día 12 para enviar sus opiniones, aunque ya se vislumbran dos grandes bloques: uno capitaneado por Francia, favorable a la energía nuclear, y otro en el que se encuadran países como Alemania, Austria o España, que, sin negar el papel de estas dos fuentes de energía en este proceso de transición, se niegan a darles la etiqueta de “verdes”. Desde luego, es un debate clave para nuestro continente y para el mundo en general que influye transversalmente en todos los sectores, ¿saben ustedes, por ejemplo, que el transporte marítimo mundial se reduciría a la mitad, con la consiguiente bajada de emisiones, si no se utilizarán combustibles fósiles? Casi el 50% de los barcos que navegan por el mundo lo hacen cargados con petróleo, gas o derivados.

Euskadi, por supuesto, tampoco es ajena a este debate. Confieso que estoy esperando con cierta curiosidad escuchar la postura del ejecutivo autónomo al respecto. No podemos olvidar que el Plan de Transición Energética y Cambio Climático 2021-2024 pretende alcanzar el 20% de consumo de renovables y reducir un 30% las emisiones. Incluso desde el sector privado se ha creado la Alianza Clúster Industrial Net Zero Euskadi, con el objetivo de alcanzar las 0 emisiones netas en 2050. Para lograrlo, no se debe esperar más y afrontar el despliegue de estas energías renovables en nuestro territorio, superando el enfrentamiento sobre las ubicaciones y llegando a grandes consensos. No vaya a ser que por no avanzar en este campo nos vayamos a encontrar con un mix energético no deseado.

 

Esta nueva taxonomía verde europea promete dar mucho que hablar en este 2022, de momento los países miembros tienen hasta el día 12 para enviar sus opiniones, aunque ya se vislumbran dos grandes bloques

 

El cambio climático y la manera en la que lo afrontamos nos pone siempre frente al espejo de nuestras contradicciones. Para alcanzar una economía baja en carbono tenemos que tener claro dónde, cómo y, sobre todo, cuándo llegar, porque el planeta y nuestra economía no puede esperar más. Desde mi humilde opinión, creo que este camino no pasa por declarar energías verdes la nuclear y el gas natural, aunque pueda dárseles una clasificación intermedia que permita acelerar esa transición energética. Mientras tanto, los científicos del programa europeo Copernicus nos acaban de desvelar que 2021 fue el verano más caluroso de la historia de Europa, con temperaturas récord de casi 49 grados y que las concentraciones de gases efecto invernadero subieron un 4,9% respecto a 2019. Creo que las evidencias son bastante claras como para hacerse trampas al solitario.