La decisión de trasladar los partidos de la Eurocopa de naciones del Estadio de San Mamés a La Cartuja, en Sevilla, ha irritado a la hostelería vizcaína, que veía en esa competición una oportunidad para recuperar parte de lo perdido durante la pandemia. No han sido los únicos decepcionados. El Ayuntamiento de Bilbao, por medio de su regidora en funciones, Amaia Arregi, ha dicho que el trato que han tenido “no es de recibo”. El colofón lo ha puesto el Lehendakari, Iñigo Urkullu, para quien detrás de la decisión de privar a Bilbao de esta competición, en la que iba a participar la selección española de fútbol, hay un “cariz político”. 

Hay sobradas razones para el enfado. En efecto, los hosteleros tenían una de esas ocasiones que llenan bares y restaurantes y la han perdido. El Ayuntamiento de Bilbao ha visto escapar la oportunidad de destacar su nombre como sede de una competición deportiva del más alto nivel y, de paso, los 1’3 millones que ya tenía gastados en distintos contratos. La UEFA no puede quedar exenta de responsabilidad cuando las razones para llevarse la Eurocopa se deben a criterios sanitarios que se aplican con carácter general en todos los partidos de La Liga y que, por cierto, también se aplicaron en la final de Copa del Rey que enfrentó a los equipos vascos en el mismo estadio de La Cartuja donde se disputará esta competición. 

 

El Ayuntamiento de Bilbao ha visto escapar la oportunidad de destacar su nombre como sede de una competición deportiva del más alto nivel y, de paso, los 1’3 millones que ya tenía gastados en distintos contratos

 

Lo que sí que requiere de un análisis más detenido son las declaraciones del Lehendakari en las que advierte de “un cariz político” para que la Selección Española de Fútbol no juegue esta competición en Bilbao, en tierra vasca.

Lo que está ocurriendo es apasionante por cuanto lo que sí se ha producido por razones políticas es que la Selección no jugara en el País Vasco desde el 31 de mayo de 1967, se van a cumplir 54 años. Es también conocido que la propia elección de Bilbao para celebrar partidos de este torneo ya despertó suspicacias entre los líderes nacionalistas. José Luis Bilbao mostró sus reticencias en el mismo momento de que se propusiera San Mamés como sede y dijo que " a día de hoy no se dan las condiciones objetivas necesarias para una presencia normalizada de la selección de fútbol de España en San Mamés. ¿Qué condiciones son estas? Que España pueda jugar como visitante contra Euskadi tranquilamente, porque eso significaría que Euskadi sería oficial". 

A su vez, la izquierda abertzale también se ha mostrado en contra de la celebración de esta competición en campo vasco. "El País Vasco pierde como nación. Si se celebra sin público, España gana y Euskal Herria piérdelas alubias y el sentido de nación”, decían. 

 

Un partido de La Roja en San Mamés hubiera tenido un enorme significado político. Hubiera sido un acto de normalización de la vida social en el País Vasco

 

Es por ello que resulta extraño que el Lehendakari observe razones políticas en una decisión que siempre fue interpretada desde la perspectiva contraria. Es insólito ver a Urkullu lamentando que la Selección Española no juegue en Bilbao. 

Un partido de La Roja en San Mamés hubiera tenido un enorme significado político. Hubiera sido un acto de normalización de la vida social en el País Vasco, como ya lo fue el retorno de la Vuelta a España a las carreteras de Euskadi. La marcha de la Eurocopa nos priva de esa ocasión que muchos aficionados anhelamos y que ojalá se revierta en poco tiempo con la disputa de un partido oficial de este nivel y sin restricciones sanitarias de aforo. La UEFA ha expresado su reconocimiento a las ciudades de Bilbao y Dublín (también descartada) y ha dicho que “ambas son consideradas como buenas sedes para albergar futuros eventos de la UEFA”. 

Pero si la celebración de los partidos hubiera tenido un gran significado político, que un líder nacionalista como Iñigo Urkullu se exprese en términos de decepción por la ausencia de La Roja en el campo de San Mamés, tiene, aún, mucho más valor. 

La de Urkullu no ha sido una excentricidad. La inédita perspectiva política con la que ha visto lo sucedido se suma a la defensa de La Liga española que clubes y afición vasca han demostrado en contra de la Superliga europea, lo que hubiera devaluado la competición nacional. Los vascos hemos reivindicado estos días una Liga española sin ausencias tan relevantes como hubieran sido las de los clubes madrileños y el Barcelona y, además, como ha dicho Urkullu, no queremos ninguna interferencia política que impida una competición internacional en el que la Selección Española juegue en campo vasco. Algo está pasando.