El héroe no suele elegir su misión. La historia y la literatura está llena de ejemplos de personas que desempeñaron un papel ejemplar y siempre el elemento común es que no escogieron ese destino. Fueron las circunstancias en las que vivieron las que les pusieron en una disyuntiva, en una decisión y tuvieron que actuar. Nadie está obligado a ser héroe, pero en esos momentos no caben espacios intermedios, o se actúa de modo heroico o uno se convierte en un mediocre. La diferencia está en escuchar y comportarse de acuerdo a la dignidad infinita que encierra el ser humano. No es un debate político, es un debate moral, ético y vital. 

 

Nadie está obligado a ser héroe, pero hay momentos en los que se actúa de modo heroico o uno se convierte en un mediocre

 

En Euskadi, durante muchos años hubo unos pocos que decidieron que, costase lo que costase, en vidas humanas, en capital, en empresas o en moralidad había que construir una sociedad que echase, anulase y exterminase a los que no pensaban de un modo concreto. Ese sectarismo también lo aplicaron con los suyos, anulando la libertad interior y de pensamiento. Querían una Euskadi única, sin libertad, clandestina, con nieblas en su alma.

Muchos nacieron en esa sociedad vasca y tuvieron que tomar una decisión, la que el destino les puso en suerte. No lo eligieron pero les tocó mirarse dentro y actuar. Me quedo con esos héroes, en la empresa, trabajando por su país, en la política defendiendo un discurso diferente, plural, en el que creían, en el periodismo, contando lo que ocurría, en la universidad, defendiendo la libertad de cátedra, en los tribunales, aplicando el Derecho, o desde las fuerzas de seguridad trabajando por cumplir la ley y por la seguridad de la sociedad. 

No puede haber un complejo por haber estado en el lado correcto. Reivindico la grandeza moral de quién se enfrentó al totalitarismo a costa de su seguridad. Ese es el valor de la Euskadi decente. El orgullo irrenunciable de haber estado en el lado correcto frente al silencio, frente al mirar para otro lado o frente a la legitimación o justificación de la violencia.

 

Reinvidico la grandeza moral de quién se enfrentó al totalitarismo a costa de su seguridad. Ese es el valor de la Euskadi decente. El orgullo irrenunciable de haber estado en el lado correcto

 

Euskadi se convirtió en decente, en un todos a una, solo una tarde de de julio de 1997. Cuando la sociedad afrontó ese miedo y salió a la calle para denunciar aquella barbarie con la que nos acostumbramos a convivir. Fue cuando ETA secuestró y ejecutó a Miguel Ángel Blanco. Pero a muchos ciudadanos que estuvieron en el lado correcto les dejamos solos en las manifestaciones de Gesto por la paz durante muchos años. Muchas víctimas fueron castigadas con dos balas, la de '9 mm parabelum' y la de la indiferencia. Hoy es el momento de reivindicar a nuestros héroes de la Euskadi decente. 

 

Euskadi se convirtió en decente una tarde de de julio de 1997. Cuando la sociedad afrontó ese miedo y salió a la calle para denunciar aquella barbarie con la que nos acostumbramos a convivir

 

Y ahora el futuro, el futuro en democracia que reconoce los derechos de todos, también de los que asesinaron y de los que les legitimaron. El relato no debe ser una pelea, en todo caso será un problema para el que ha huido de afrontarlo. La exigencia ética tiene que estar encima de la mesa. Esa exigencia es la que les obliga a afrontar el relato. Por eso Otegi tiene que decir lo que dijo en Aiete el lunes. Sin esa exigencia no se habrían dado pasos. Esa exigencia es el tributo a quién lo ha conseguido.

 

 Hemos cumplido el sueño de ser normales, nuestro hecho diferencial ya no es la violencia. Tenemos los mismos problemas que cualquier sociedad democrática

 

Trabajar hoy en Euskadi es ilusionante, al igual que hacer política. Las nuevas generaciones afrontan los mismos problemas que cualquier otra sociedad democrática y que juntos debemos resolver. La construcción de la convivencia ya no es una quimera, es una realidad que se vive en todo los ámbitos, que la experimentamos cada uno en nuestra vida. Nos preocupa el precio de la luz, el desafío energético, el cambio climático, la demografía. Hemos cumplido el sueño de ser normales, nuestro hecho diferencial ya no es la violencia. Ahora nos toca construir juntos un futuro gracias a los que nos han dejado una Euskadi más decente de la que se encontraron.