Política

Superar el dolor entre "la huella permanente de ETA"

Las víctimas luchan por reponerse del sufrimiento que les causó el terrorismo lamentando que los asesinos "ganen la partida a la democracia" en cada 'ongietorri'

20 octubre, 2021 05:00

El día que ETA puso fin a su larga historia de terror llegó muy tarde. Había asesinado a más de 800 personas  y dejaban cientos de vidas rotas que mucho después de que la banda terrorista pusiera fin a sus atentados luchan todavía cada día por recomponerse en una sociedad en la que la huella de ETA, diez años después de ese comunicado en el que anunció su fin, "todavía está demasiado presente", dicen. Cada 'ongietorri' es una nueva punzada en su dolor entre el que busca camino la esperanza.

Para la mayoría el aniversario del fin de ETA no es un día de celebración, como mucho de alivio, al pensar en los que ETA ya no mata, en los que pueden pasear sin escoltas, en los que no deben mirar cada mañana en los bajos de su coche. Pero sobre todo es un día de enorme tristeza, en el que vuelven todos los recuerdos de esos seres queridos que perdieron a los que el fin de la sinrazón les llegó demasiado tarde.

"Que no se olvide, pero ni odio ni rencor"

Naiara tenía 15 años cuando ETA mató a su padre y le cambió la vida. Estuvo mucho tiempo sin querer decir su apellido. Estaba marcada en territorio hostil. A Manuel Zamarreño, concejal del PP en Renteria, ETA lo asesinó con una moto bomba en 1998 cuando volvía de comprar el pan, y su familia como tantas otras quedó truncada desde ese mismo momento. Ella fue la única de su familia que decidió seguir viviendo en Renteria, pese a que no era una localidad fácil para la vida cotidiana para los que no comulgaban con el entorno nacionalista por aquel entonces. 

Poco a poco fue cambiando el pueblo, y también ella: "Yo no me atrevía a decir mi apellido, pero no quería seguir así. Hoy no quiero que mis hijos se sientan así, no quiero que tengan miedo. Quiero que sepan quién fue su aitona y que poco a poco conozcan que pasó".

Las cosas han cambiado mucho desde hace diez años en el pueblo en el que reside, dice. "Respiramos más tranquilos". Mucho tuvo que ver en ello, además del anuncio del  fin de ETA, el hecho de que  desde el propio Ayuntamiento de la localidad se promovieron unos encuentros destinados a reconstruir la maltrecha convivencia del pueblo, entre 'unos y otros', entre esos dos bandos en los que ha estado dividida durante tantos años la sociedad vasca. Naiara se animó a participar y desde entonces no ha parado. 

"Quiero estar implicada de primera mano en construir la memoria de esta triste etapa de nuestra historia". "Que no se olvide lo que ha pasado, pero sin odio ni rencor". "Por mis hijos", dice. Sus dos hijos tienen ahora 9 y 6 años.  Al mayor tuvieron que dejarle ver el primer capítulo de la serie 'Patria'. "Quiere ir recomponiendo el puzle", dice

El día en que ETA anunció su fin tuvo una sensación "agridulce". "No me lo creía, pero al mismo tiempo, quería creérmelo, quería tener esperanza".
Ahora, diez años después, cree que siguen quedando muchas cosas por hacer, y recuerda los 'ongietorris'. "Hay que hacer mucha pedagogía", afirma, por eso se sumó a la iniciativa de dar charlas en los colegios, porque "no puede ser que las nuevas generaciones no sepan lo que ha pasado". No es suficiente con contar la historia, importa cómo la cuentas, y "lamenta que la izquierda abertzale siga sin pedir perdón, como debe ser". 

"Esta paz la hemos pagado las víctimas"

Para Consuelo Ordóñez, hermana del concejal del PP Gregorio Ordoñez que ETA mató de un tiro en la nuca en San Sebastián en 1995,  el 20-O no es un día para celebrar. "Esta paz que tenemos ahora la hemos pagado con la impunidad de los terroristas", dice. "A ETA les ha salido muy rentable matarnos", asegura.

Ordóñez reconoce que "nunca hemos vivido peor que con ETA" pero estos diez años que han pasado han demostrado que "a ETA no  se la derrotó", sino que se negoció con ella "a cambio de la impunidad de la disfrutan". Una negociación en la que Ordóñez implica a José Luis Rodríguez Zapatero y también a Mariano Rajoy, que "cuando llegó al poder no hizo nada por enmendar lo que había hecho el gobierno socialista: La doctrina Parot, la legalización de Bildu..."

Cree Ordóñez que durante muchos años "se ha estado utilizando a las víctimas" para después dejarlas olvidadas. "Quiero que se sepa que esta paz la hemos pagado las víctimas", dice. Y está convencida de que las heridas que quedan abiertas solo se cerrarán cuando "este país reconozca que se ha pagado un precio político, y la gran mentira del final de ETA". "Que nos cuenten la verdad de lo que se ha negociado", asegura lanzando una crítica a los políticos "cínicos", que "están a las antípodas de lo que era mi hermano".

La vida no ha sido fácil para ninguna víctima de ETA. Sobre todo porque la gran mayoría de ellas se ha tenido que enfrentar no sólo al dolor de perder un hermano, un padre, un hijo, sino además a la, en el mejor de los casos, indiferencia mayoritaria de la sociedad vasca.

"Se nos ha dejado de lado"

Rubén Múgica, el hijo de Fernando Múgica, abogado y dirigente del PSE asesinado por ETA en 1996, tuvo que llevar escolta muchos años después de que asesinaran a su padre. A él, como a su hermano, les insultaban y amenazaban por la calle en San Sebastián, ciudad en la que mataron a su padre y en la que ambos siguen viviendo. 

Rubén cree que lo que se intentó hace diez años con la escenificación del fin de ETA y la previa conferencia de Aiete fue "intentar ocultar el fracaso histórico de 40 años de ETA para no conseguir ninguno  de sus objetivos"

"Cuando ve que no alcanza ninguno de sus objetivos dice que lo deja. Eso es un fracaso absoluto y  eso lo sabe hasta un muerto boca abajo", dice parafraseando al periodista José María Calleja, fallecido este año, también víctima directa de las amenazas de ETA.

Pese a la tranquilidad de que ahora ETA no mate asegura que siente un "optimismo moderado" porque "el nacionalismo vasco sigue empeñado en que los etarras tengan voz", asegura.

Como muchas otras víctimas, Múgica cree que se "las ha dejado de lado", y que se intenta buscar ahora una división entre ellas: "Por un lado se presenta a las generosas, que están dispuestas a perdonar y a reconciliarse. Por otro lado las que como yo, somos incómodas. Yo no perdono", asegura. Aunque matiza que no perdonar lo que los etarras hicieron a su padre, a su familia,  no es lo mismo que sentir odio o rencor. 

Y cuenta que se cruza muchos días con Valentín Lasarte, el asesino de su padre,  que toma vinos muchos días en el mismo sitio que él. "Noto que me reconoce", dice. "Ni soy rencoroso ni estoy instalado el odio, pero no quiero perdonarle". "¿Por qué tenemos que perdonar nosotros?, ¿quién promueve la reconciliación de una mujer violada con su violador?", se pregunta.

Hecha en falta que diez años después los asesinos sigan sin contribuir a esclarecer los crímenes de ETA sin resolver, y lamenta que se hable ahora de "paz", cuando aquí nunca ha habido una guerra". Sólo "una persecución de los que tenían pistola hacia los demás".

"La sociedad vasca sigue traumatizada"

Cuando Marta Buesa, escuchó la noticia del fin de ETA en la radio de su coche, recuerda que lloró amargamente. "Me vino la pena por el asesinato de mi padre y pensé qué tarde, cuanto dolor y sufrimiento para nada". "Luego vino el alivio de pensar en la gente que podría vivir sin escolta, ir al cine, a cenar...vivir". Con todo, no es una fecha que considere que hay que celebrar, "ni la recuerdo con alegría". Marta, que dirige el  despacho de abogados que fundó su padre, Fernando Buesa, asesinado por ETA en el año 2000 cuando era parlamentario vasco por el PSE, cree que en la sociedad vasca "arrastramos todavía mucho". 

Recuerda que aunque ETA ya no mata, "hay una sociedad que sigue traumatizada". "Hemos soportado un trauma cada una de las víctimas, cada una de los familiares que han matado o cada uno de los amenazados o perseguidos, pero además, hay un trauma colectivo que sigue ahí" en el conjunto de la sociedad vasca y de la navarra. 

Además recuerda que el fin de ETA "no fue fruto de una reflexión de que lo que hicieron estuvo mal", sino parte de una "estrategia".

Señala en este sentido aquel comunicado de ETA en el que en el que pedía perdón por las víctimas colaterales o en las que se había confundido, -"ciudadanos sin responsabilidad en el conflicto".

En este sentido, considera que es "muy poco el trabajo que se ha hecho durante estos diez años". "Hay que deslegitimar el terrorismo de ETA", dice, y "esa es una labor que todavía queda por hacer". "Arrastramos miedo a hablar, hay gente que hoy por hoy se le niega el saludo en determinados pueblos". "Hay una inercia de la sociedad vasca a olvidar porque es más fácil".

Además lamenta que cada día se conocen noticias de pintadas, apoyos al terrorismo con los 'ongietorris'..."Hay una parte de la sociedad que sigue con odio y con una total falta de empatía hacia las víctimas". "Toda la herencia de ETA continúa, y tenemos una sociedad deshumanizada". Por eso considera que es muy importante la educación.

Marta Buesa también cree que las víctimas son las grandes olvidadas. "O no existimos o somos incómodos", dice. Y lamenta que pese a que desde otros partidos se posicionan en contra de los homenajes a etarras, luego, "a la hora de la verdad, no son más que declaraciones. Y yo me pregunto ¿de verdad hay voluntad de acabar con esto?"

"Se ha mirado para otro lado"

El último atentado de ETA en Euskadi en 2009 truncó la vida de Eduardo Puelles, un policía nacional con dos hijos que murió tras explotar una bomba lapa en los bajos de su coche. Su hermano, Josu Puelles,  cree que se ha salido este episodio de violencia terrorista, pero "perdiendo la democracia y el Estado de Derecho". "Dejaron de matar con condiciones, como el acercamiento de los presos, la permisividad absoluta con los 'ongietorris'...Hay un blanqueamiento de la historia de ETA".

Coincide con otras víctimas en que diez años después "queda mucho trabajo por hacer: no ha habido reinserción plena ni la va a haber y quedan muchos asesinatos por resolver".

Por eso, cree que  "no es una fecha para celebrar". "Nuestros muertos no van  a volver nunca", dice, aunque entiende que para los que han salido indemnes de esto, el anuncio del fin de ETA hace diez años "ha sido un respiro".

Puelles considera que a las víctimas "se las ha dejado a un lado" y hace muchos años que "toda la política se ha volcado en los terroristas: derogación de la doctrina Parot, acuerdos con Bildu desde los Ayuntamientos hasta el Gobierno central, no se ha presionado para intentar resolver los crímenes sin resolver..."

Con este panorama considera lógico que los jóvenes sepan poco de lo que ha pasado, que desconozcan quién era Miguel Ángel Blanco o José Antonio Ortega Lara, porque "se quiere reescribir la historia".

Cree que "la sociedad vasca en general ha fallado desde el minuto uno, siempre mirando para otro lado", y hoy en día también ve el "futuro muy negro", porque "se está poniendo en juego la dignidad de la democracia". "Si no se ataja el objetivo final de ETA que era imponer una ideología que alimentó el terror, si esa ideología sale indemne es que se ha perdido como sociedad".

Reconoce que hay otras víctimas que no lo ven así, pero insiste en que no puede estar a favor de reencuentros entre víctimas y victimarios en los que "solo gana el terrorista". "Les ayudamos a presentarse como humanos dolientes".

Tampoco comparte las políticas del Gobierno vasco convertidas en lo que denomina "pupurri de víctimas , sin nombrar a ETA y dejando pasar el tiempo para que las generaciones jóvenes lo acaben por olvidar". Y dice categórico: "Yo no quiero que me pidan perdón".  

"Ni olvido ni perdono"

Pilar Elías, viuda de Ramón Baglietto,  concejal de UCD en Azkotia, al que ETA asesinó el 21 de mayo de 1980, no quiere inculcar el odio a los nietos que  no conocerán a su abuelo, pero ella afirma que "ni olvida ni perdona". "¿Acaso el asesino tiene intención de pedir perdón?", se pregunta.

Pilar lleva años teniendo que convivir con el asesino de su marido que abrió un negocio tras salir de prisión justo en los bajos de su casa, en un ejercicio de total falta de empatía con las víctimas. "¿Ese me va a pedir perdón a mi?, nunca. Sería un milagro".

Se refiere con tristeza a la falta de medidas para evitar los homenajes a etarras que están haciendo tanto daño. "Me hierve la sangre porque están poco a poco consiguiendo todo lo que quieren mientras no se hace nada por las víctimas. Por eso este aniversario del fin de ETA "no es un día de celebración". "Vivimos mejor, sí", reconoce. Pero "yo solo puedo pensar que me quitaron a mi marido y ellos no se arrepienten de nada de lo que hicieron".