Sociedad

La violencia de ETA sufrida por las Fuerzas Policiales les dejó totalmente "aislados y con secuelas"

Un estudio, realizado por la Universidad de Deusto, pone el foco en los 357 guardias civiles y policías asesinados por la banda terrorista

21 enero, 2022 11:36

Entre 1960 y 2011, ETA asesinó a 357 guardias civiles y policías. Así lo revela el estudio, realizado por el Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe de la Universidad de Deusto, que concluye que su situación fue “intolerable desde la sensibilidad democrática y de respeto a la diversidad social”. Las cifras son escalofriantes. Concretamente muerireron 207 (58%) guardias civiles o exguardias civiles, y 150 (42%) del Cuerpo Nacional de Policía. Además, en el caso de los guardias civiles y debido a los reiterados ataques a las casas cuartel, 17 personas de sus familias murieron en diferentes atentados, dos de ellas adolescentes y 11 niños y niñas. Y también hubo multitud de heridos, 711,  el 43% de ellas, con lesiones que provocaron una incapacidad permanente total.

La consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno vasco, Beatriz Artolazabal, ha presentado hoy el llamado 'Informe sobre la injusticia padecida por los integrantes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, así como sus familiares, a consecuencia del terrorismo de ETA (1960-2011)', elaborado por el Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe de la Universidad de Deusto. Un trabajo realizado por los profesores Jose Ramón Intxaurbe, Gorka Urrutia y Trinidad L. Vicente. Para ello, se ha entrevistado a personas pertenecientes a la Guardia Civil y al Cuerpo Nacional de Policía en diferentes etapas, así como a otros familiares de agentes.

Artolazabal ha denunciado que la "injusticia que padecieron fue intolerable" y ha puesto en valor "su labor, su sacrificio y su papel" en la derrota de ETA. "¿Cómo vivieron la amenaza, el aislamiento, la soledad? (...) La respuesta solo puede venir proclamando a los cuatro vientos: fue injusto, sin equiparaciones, ni compensaciones", ha dicho.

"La amenaza que ETA lanzó contra los miembros de las Fuerzas del Orden Público alcanzó a todas las vertientes del desempeño profesional y a todos los ámbitos de vida privada y familiar, contribuyendo, mediante la intimidación colectiva, a que quienes integraban el cuerpo, así como por extensión a sus familias, quedasen expuestos a una situación de aislamiento social”. Esta es la primera de las conclusiones obtenidas por los profesores, quienes también apuntan a que “esta situación resulta intolerable desde una sensibilidad democrática y de respeto por la diversidad social”.

En total fueron entrevistas a 14 personas, quienes ofrecieron unos testimonios sobre sus recuerdos y experiencias. Entre ellas había víctimas directas o bien familiares de víctimas mortales de ETA.  Este grupo destacó el aislamiento social al que se vieron abocados: “Tener contactos y, mucho menos amistad, con gente de la tierra era poco menos que imposible”; “Yo vivía en un piso con dos compañeros. Nadie nos conocía en el bloque, teníamos que andar como furtivos”; “Yo lo viví como algo terrorífico, nadie podía saber lo que era mi padre porque si no lo podían matar”.

No solo tuvieron que vivir con el aislamiento social, sino que pagaron otra caro peaje como fueron las rupturas sentimentales o las quiebras familiares. Uno de los entrevistados cuenta como “Estaba recién casado cuando me destinaron al País Vasco. Mi exmujer no me quiso acompañar, tenía miedo. Al cabo de tres meses acabamos separados”.   

Y a todo esto hay que sumarle el miedo y las secuelas física y psicológicas que dejaron en ellos estos atentados. Así recoge el relato de una persona que entonces tenía 27 años y quedó en silla de ruedas tras un atentado. También cuenta su experiencia un agente que con 21 años sufrió un atentado y tardó cuatro años en volver a andar “con un bastón y unas plantillas”. El estudio también incluye declaraciones de familiares de estos agentes que apuntan a cambios de personalidad e, incluso, de brotes de violencia en sus progenitores tras sobrevivir a los atentados.

Todos entrevistados coinciden en una cuestión: “Echaron en falta una mayor empatía del conjunto de la sociedad hacia su condición y sufrimiento, al tiempo que expresaron un claro reproche a quienes ignoraban su padecimiento bajo la premisa del algo habrán hecho". Y lanzaron ciertas peticiones relacionadas con el matenimiento de la memoria como la trasmisión del relato a través de una buena educación en las aulas, así como una invitación a toda la sociedad vasca para llevar a cabo una reflexión para generar una memoria "reparadora y empática".